Escribo estas líneas como catarsis sanadora. En primer lugar para ayudarme, más que para ayudar a otros, aunque sería estupendo si estas páginas son útiles para alguien; me haría muy feliz, para darme ánimos y seguir a tope con esta ascensión. Pido disculpas por la extensión del texto, pero era necesario contarlo a mi manera. 

 

Hace muchos, muchos años me metí en un problema. La paradoja es que yo ni siquiera sabía que podía convertirse en un problema, y ahí residía el problema. Tengo casi 50 años y estoy aprendiendo ahora lo que nadie me explicó hace más de 20.

Entré en el «cuarto secreto» de la pornografía, ¿por la curiosidad típica de la edad?, ¿por atracción a algo que siempre había sentido?, ¿porque soy varón y los chicos ya se sabe…? A saber por cuantos otros motivos, poco importa en realidad, cada uno tendrá los suyos y todos seguramente válidos.

Tengo una metáfora gráfica que explica el proceso de bajada a ese cuarto secreto. Es como ir bajando poco a poco las espirales de una mina a cielo abierto. Vas bajando poco a poco, no es algo rápido, y te da la sensación de que siempre tienes el control, porque ves siempre el cielo, siempre ves la salida, no es como un túnel. No te das cuenta de lo profundo que vas caminando y de que, aunque ves el mundo exterior, cada vez ves menos de él, y más las paredes profundas. No quieres entender que, aunque veas el exterior, para volver a salir tienes que desandar muchísimo camino, no vas a poder escalar… Es una falsa sensación de control. Es «dantesca». (No por casualidad Dante describió el infierno de este mismo modo…)

La cuestión es que, con la llegada de internet y el acceso ilimitado gratuito y omnipresente, las visitas a mi «cuarto secreto» se hicieron muy asiduas. Aquello tomó un acelerón como en las películas de Star-Wars cuando el Halcón Milenario pasa a velocidad luz en el hiperespacio, no sé si se entiende gráficamente. Y así viajé yo, a velocidad luz durante años y años y años, muchos…

Nunca me han pillado consumiendo, nunca lo ha sospechado nadie, nunca se lo he dicho a nadie, nunca lo he dejado, y nunca he estado más solo que en esos años. La soledad es una emoción recurrente en estos procesos, bien como causa o bien como efecto. Nunca te vas a sentir tan solo. Y todo ha sido un desastre desde hace años.

Y ahora, después de haber saltado en marcha desde esa velocidad y haber impactado, sin protecciones, contra la realidad. Ahora que empiezo lentamente a levantarme lleno de rasguños, dolorido pero contento de estar todavía milagrosamente entero, y veo alejarse ese vehículo sin mi dentro…. Ahora necesito contar lo que sé, lo que estoy entendiendo y como me siento.

Empezaré por cómo me siento, porque es algo «que no se puede aguantar» come dicen en Andalucía. Me siento eufórico, me siento pleno, me siento pletórico, me siento como si me hubiera tragado el sol de como resplandezco cuando camino, me siento poderoso, y a la vez, me siento humilde y me siento agradecido, y me siento consciente, y me siento, sobre todo, más vivo que nunca en los últimos 20 años. Hace poco me encontré en una fiesta con una de mis mejores amigas a la que no veía en persona desde hacía 10 años (yo vivo fuera de España como expatriado). A la pregunta, ¿que tal estás?, que siguió a su abrazo, mi respuesta sin pensar fue, ¡¡Estoy en el mejor momento de todos mis 50 años!! A lo que ella se quedó apabullada de tanta energía, y contenta de mi sinceridad.

Obviamente sería estúpido pensar que, si ahora me siento así de bien, entonces haber caído en la adicción profunda a la pornografía durante tantos años es lo mejor que me ha pasado y que lo volvería a repetir y que no me arrepiento de nada. Para que quede claro y cristalino: yo me arrepiento de todo lo que ha pasado en cuanto perdí el control, soy yo el único responsable y soy yo en que lo tiene que arreglar, y nunca, nunca jamás me gustaría volver a estar en esa oscuridad, con esa soledad y ese frío en el cuerpo. Dicho esto, como me siento ahora se lo recomiendo a todo ser humano al menos una vez en su vida.

Lo que quiero decir es que este problemón, que lo es sin paños calientes, y lo explicaré más adelante desde dentro; este problemón es tu mejor oportunidad. Es la OPORTUNIDAD DE TU VIDA, con mayúsculas, para salir de donde quiera que estés, da igual donde sea. Créeme, no sé dónde estás, pero con altas probabilidades yo también he estado allí.

A la vez, quiero ser honesto con todo el que esté leyendo y desvelar que soy consciente de que, con mi esfuerzo diario y mi tesón, de lo que harás tesoro y se convertirá en tu mejor arma, con eso sólo a mí no me ha sido suficiente. No me ha valido las veces anteriores que lo intenté solo, en mi caso conscientemente lo intento desde 2017 y estamos ya en 2023. Seis años son suficientes frustraciones para entender que no, que yo y mi fuerza de voluntad, por cuanto gigante sea, no somos suficientes para salir de donde quiera que estemos. A mí ahora me están ayudando a trabajar y a caminar, y sobre todo a curarme las heridas que tenía y que me he hecho por el camino, porque yo no sé nada de la medicina que sirve para curar «este tipo de heridas». Y porque cuando pienso en sentarme a «descansar» hay personas que me animan a no parar, como en una maratón.

El momento siempre llega

Pero volvamos atrás a un día en concreto, el «DIA» con mayúsculas. En mi caso me acuerdo perfectamente porque está señalado en el calendario, fue el 1 de Octubre de 2022, hace ya 6 meses. Escuchando muchas entrevistas y habiendo leído mucho ya sobre el proceso de adicción y de desintoxicación mental, casi todos nos reconocemos en ese momento como el momento en el que algo hace «CLICK» en tu cabeza. No sabemos lo que es, ni por qué en ese preciso momento, pero es como si algún mecanismo se activara. Yo ahora creo más bien que es un mecanismo que se gripa y lo que oyes es la rotura de los órganos internos de ese mecanismo. Ese día te rompes. Ahora pienso que puede ser que lo que se te rompe ese día es el alma, o donde quiera que resida en tu cerebro, (debe saber el lector que yo no soy creyente en la manera que el lector se puede imaginar).

Y lo sientes. ¡Vaya si lo sientes! Casi todos los videos y las entrevistas y las lecturas que he hecho, coincidimos. El que lo ha sentido lo sabe. Me atrevería a decir que el que no sabe si lo ha sentido, a lo peor no ha gripado aún.

Porque ese día se para todo, ese día se congela el mundo a tu alrededor y es como en la película Matrix, cuando tú te mueves, pero el resto del planeta está en imagen congelada.

En ese momento lo que sientes, y lo que va a ser tu salvación, es PÁNICO. Pánico con mayúsculas. Aprovéchalo. Pero es un pánico muy específico, es el pánico al darte cuenta de que, a menos que hagas algo ahora, ¡ya!, es terroríficamente probable que te quedes en ese submundo para siempre, en apnea. Y para siempre es mucho tiempo, si te paras a pensar. Y lo ves cristalino. Tú lo sientes de verdad: podría ser para siempre. Y es en ese momento que tu cerebro reptiliano, o lo que quede todavía de él, se llena de adrenalina y envía la orden de huir, de correr lo más rápido que puedas, a pedir ayuda gritando lo más alto que puedas, porque tiene que haber alguien que te escuche, ahí fuera. Y entonces si te queda aún algo de lucidez, tu otro cerebro, el consciente, se despierta y oye ese grito, y te reconoce. Y aferrándose al poco control que pueda encontrar se predispone a pedir ayuda. Sí, ayuda. Por una vez, (¿puede que ésta sea tu última posibilidad?), esa parte del cerebro, entra a patadas en la sala de control y toma el mando lo suficiente para que tú cojas el teléfono y pidas ayuda, S.O.S., o lo que sea, y sacas la mano y esperas encontrar algo donde agarrarte.

Y ahora la buena noticia: siempre, siempre hay algo o alguien ahí fuera. Es que antes nunca sacaste la mano lo suficiente, o aún peor como en mi caso, no viste las manos que se te ofrecieron.

Yo ese día cogí el teléfono y llamé. Hice la llamada de mi vida. Y pedí ayuda. Y grité para que me ayudaran a utilizar todo el impulso, toda la adrenalina que tenía en ese momento para salir de donde estaba, para no malgastarlo como había pasado anteriormente, para hacer algo útil con mi energía preciosa. Porque, no nos engañemos, en ese momento tú estás «on fire», nada ni nadie te puede parar, y hay que canalizar toda esa energía. Pero tienes la impresión, casi la certeza, que tú no vas a saber conseguirlo y por primera vez eres consciente de que va a volver a pasar como tantas otras veces: puede que fracases, de nuevo, y no sabes cuantas oportunidades te quedan. De ahí el por qué de ese pánico, y el por qué te está salvando la vida. Nota: Ahora entiendo, me refiero científicamente, por qué yo no lo podía conseguir solo, pero esto lo explico luego.

Y me cogió el teléfono una persona que no me juzgó, y no me hizo sentir sucio o problemático, sino afortunado por haber hecho esa llamada, e incluso me hizo sentir que estaba sinceramente encantada de conocerme, porque había dado yo solo ese primer paso, que era el más importante, y sólo por eso yo le merecía todo el respeto del mundo. Y me habló con transparencia, sin drama, y me tendió la mano y me hizo sentir que tenía una oportunidad, y que su mano tenía suficiente fuerza y conocimientos para poder ayudarme, con la condición de que yo trabajara por mi parte. Y me preguntó si yo quería hacer ese pacto con ella y me hizo entender que la cuerda que me lanzaba la tendría que trepar yo solito, a pulso, pero que ella, del otro lado, no la iba a soltar por nada del mundo hasta que nos diéramos la mano ahí fuera. Así funciona esto.

Ese momento «salvamento» se te queda impreso porque realmente te conmueve. Yo lo tengo grabado a fuego.

Pero no queda ahí la cosa. Y sobre todo no hay que engañarse, que bastante has vivido en el engaño hasta ahora. Esto tiene que convertirse en tu PRIORIDAD, la prioridad más importante de tu vida. Por una sencilla razón: no sabes cuan profundo te encuentras en realidad, porque probablemente no eres psicólogo o psiquiatra o neurólogo o médico, y no puedes comparar con nadie, porque no hay nadie más ahí dentro en tu cabeza, nadie más que tú. Aprovecha la energía que tienes en ese momento para que se convierta en tu prioridad. Yo hice todo lo posible y todo lo que se me ocurrió para comprometerme:

  • Me apunté a un webinar de 8 sesiones para asistir a clases de desintoxicación.
  • Y tienes que ver los vídeos una y otra vez para extraer todo el jugo que puedas.
  • Y si te dicen que te viene bien encontrar un amigo salvavidas, pues te tragas el sapo y te lo buscas, y, sobre todo, LO ENCUENTRAS. Así de simple, que no fácil…Pero no paras hasta que lo tienes.
  • ¡Y si se te ocurre probar algo nuevo (inocuo) que ni te imaginabas, pues lo haces! : Yo me he ido a confesar!! ¡¡Yo!!, quien se lo iba a imaginar!… todavía me sorprendo. Pues si hay que confesarse, porque eso remotamente te puede ayudar, pues te confiesas con un párroco o con un monje tibetano o con el Dalai Lama si lo tienes a mano, ¡¡con quien se te ofrezca!! Así de simple, que no fácil. (Spoiler. pues resulta que la cosa ayuda más de lo que pensarías…, increíble que yo diga esto, pero así es…A lo peor es verdad que lo que se rompe ese día es el alma…)
  • Y si te dicen que meditar ayuda, pues tú aprendes a meditar.
  • Y si te dicen que tienes que hacer deporte 10 min. todos los días, pues tú lo haces. Así de simple.
  • Y si te dicen que te veas unos vídeos de gente que ha salido de la pornografía, pues tú los ves. Y cuando los ves te das cuenta de tantas cosas que no sabías…
  • Y así, con todo lo que te diga la gente que sabe de estas cosas, ¡porque hay gente que sabe mucho y además te puede ayudar!!

Porque hablamos de algo muy serio.

¿Y ahora?

Pues yo ahora estoy trepando por esa cuerda que me tendieron, colgando en algún lugar entre el mundo real y el submundo. Entre la realidad y la ficción, entre el sótano frío y la terraza soleada. No sé cuánto he subido ya y no sé cuánto queda, pero poco importa porque lo que realmente importa es el camino, la ascensión. Y no me refiero al esfuerzo. Que yo sepa a ningún ser humano le gusta el esfuerzo, lo que nos gusta es la recompensa por el esfuerzo. Es esa la que tiene que valer la pena. El esfuerzo es el precio que pagar. Simple, que no fácil.

La recompensa que te regala esta ascensión, y con la que yo no contaba, es algo que no tiene precio, e incluso a veces me digo, ¡pero por qué no lo habré hecho yo antes!

Es también algo muy simple, que no fácil: CONOCERTE A TI MISMO.

Y no solo me refiero a como funcionas psicológicamente o a quién eres tú de verdad ahí dentro. Esa es la parte mejor, la más fascinante de todo para mí.

No, ahora me refiero sólo a cómo funcionas biológicamente, algo mucho más aséptico y práctico, pero que nadie te explica con la debida atención. Y aquí entramos en una de las facetas de esta adicción que más rabia me da y que más arrepentimiento me provoca.

Hablamos de sexo… y de tu cerebro

Con otras adicciones como alcohol, tabaco, marihuana, cocaína, heroína, drogas de diseño, incluso con la ludopatía patológica, existe mucha información disponible sobre la facilidad para engancharse, el peligro que conlleva y las consecuencias físicas y mentales que, inevitablemente, provocan. Con las otras adicciones existe la «posibilidad», como si dijéramos, de decidir engancharse conscientemente (que no responsablemente. Uno no se puede emborrachar responsablemente, por definición).

Con la pornografía nadie te dice que existe un riesgo alto de que te enganches y se deformen tus estructuras cerebrales, literalmente. Corres riesgo real de atrofiarte el cerebro, repito, literalmente. Tu órgano más precioso. Esto no lo digo yo, invito al lector a leer alguno de los miles de artículos científicos, charlas seleccionadas de TED o lo que más le guste, que están ahora a disposición. Esto no es suposición, esto es ciencia empírica. Ahora se sabe, pero hace años había poquísima literatura científica acerca de la neuroplasticidad, uno de los super poderes del cerebro y de cómo se «deforma» para ayudarte y hacerse más rápido y más eficiente. Esto, como es obvio, puede tener consecuencias imprevisibles en cada uno de nosotros. En realidad «sólo» te estás deformando el cerebro y no precisamente con cursos intensivos de cocina…. Algo potencialmente catastrófico para tu vida.

Pero si esto no te levanta ninguna ampolla, a mí todavía me da mucha más rabia otra cosa:

Los que vivimos ahora en occidente hemos tenido la inmensa fortuna de vivir en una época de liberación y de libertad sexual como nunca antes en nuestra historia. Durante siglos el sexo ha sido tabú y por fin ahora, hace poquísimos años, después de milenios de oscuridad, la expresión sexual, la realización sexual y el disfrute de algo tan sumamente humano y sublime, es algo libre y considerado sano. Pues, justo ahora, lo que hacemos es consumir pornografía como locos. Es como si después de estar en un sótano durante años, nos dijeran que podemos salir a ver los colores, la naturaleza, los árboles, a oler las flores, pero en vez de eso nosotros aprovechamos para drogarnos con sustancias alucinógenas y así no poder sentir plenamente la magnitud de sensaciones reales. Nos lo vamos a perder…porque nos hemos «deformado» el cerebro.

Justo él, el cerebro, nuestro mayor y mejor órgano sexual, donde vamos a sentir todo el placer, todo el deseo, todo el afecto, toda la conexión, todos nuestros orgasmos, toda la plenitud del sexo. ¡Justo él! Y yo me pregunto, ¿Imagínate por ejemplo si se descubriera científicamente que consumir pornografía atrofia el pene o la vulva? ¿O empequeñece los senos o los testículos? ¿Cómo reaccionaría la gente? Me imagino lo que esto supondría y los traumas que conllevaría. Pues bienvenidos al mundo real, esto es exactamente lo que te va a pasar y precisamente en un órgano mucho más importante que el pene, la vulva, los senos o los testículos, incluso si miramos sólo al placer sexual. Hablamos de tu órgano sexual por excelencia. El rey de tus orgasmos, el jefe de tu deseo, el amo de tu respuesta sexual, y sobre todo donde reside el amor. Tu cerebro. Esto me da una rabia increíble, por no haberlo sabido antes de empezar.

Intenta tener una vida sexual sana, perdón, simplemente una vida sana, ¡con un cerebro atrofiado por super estimulación! No eres un super héroe, y aunque a veces te creas cerca, no eres Dios… A tu cerebro humano le va a pasar lo que a cualquier cerebro humano. Al tuyo también.

Todo esto lo tendrías muy claro si te hablaran de cocaína, heroína, marihuana o LSD. Bueno pues es mejor que lo sepas antes de comenzar a consumir porno. Es mejor que te lo grabes a fuego, como a fuego te lo han grabado en el colegio, o en casa, o los amigos, antes de que se te pasara por la cabeza consumir tu primera raya de cocaína o tu primera jeringuilla de heroína. A lo peor lo terminas haciendo y las circunstancias en la vida de cada uno son seguramente muy influyentes, pero tú ya lo sabías, sabías lo que podía pasar. ¡Nadie puede decir hoy día que no sabía que fumar provoca cáncer, porque está escrito en las cajetillas!

Por otra parte, si consumes porno te tiene que encantar el sexo. Lo doy por descontado. Y no dudo que el porno te ha dado algunos de los momentos de mayor placer puntual de tu vida. No pongo en duda que te ha hecho sentir literalmente ríos de placer corriendo por tus venas. También estoy convencido de que, aunque personalmente no he consumido nunca cocaína o heroína, si preguntara a un adicto me diría que las sensaciones que ha sentido y el placer que ha experimentado consumiendo son inmensos, inigualables a cualquier cosa de este mundo. Y me lo creo, porque es literalmente así, ¡no son sensaciones de este mundo! ¿Pero a qué precio…?
Ese supuesto precio a pagar es el que milagrosamente me ha mantenido alejado de las drogas a mí, y a mucha gente.

Con el porno también te va a llegar la cuenta, y vas a tener que pagar el precio. ¡Sorpresa…! ¿No lo sabías? Yo también lo siento…

A ti, que te encanta el sexo, a ti que a lo mejor incluso ves en el sexo la expresión sublime de la especie humana. Tú vas a pagar desde el principio. Va a ser tan gradual y progresivo que no te vas a dar cuenta que vas pagando pequeños pedacitos de ti por el camino y te vas perdiendo. ¿Te acuerdas de la metáfora del infierno de Dante…?

Te das cuenta por primera vez de verdad cuando llega el primer recibo importante de esta «hipoteca». Un día, a ti que te gusta tanto el sexo y que te gusta pensar que disfrutas tanto con él, te llega, por ejemplo, el peor de tus fantasmas, llama a la puerta tu amiga y pesadilla: ¡la disfunción eréctil! En el menú de disfunciones que te van a ocurrir hay para elegir de todo, pero por poner un ejemplo real. Ya está aquí, y ha llegado para quedarse porque la has llamado y has trabajado a conciencia, a veces años, para que venga. Y no se va a ir al día siguiente. ¡Lleva años preparando esta visita! Había anunciado su llegada con señales evidentes que tú no has sabido ver. ¿Te acuerdas de tus otros «problemillas»?: retardo anormal en la eyaculación, falta de excitación con tu compañer@ sexual, apatía, tu compañer@ que se distancia o se vuelve rar@ (en realidad quien se está volviendo raro eres tú, es sólo un movimiento relativo). Si te suenan estas cosas podrías haber ido perdiendo pedacitos sin darte cuenta.

Y luego están todas esas partes de ti que has ido perdiendo y de las que te das cuenta cuando pides ayuda y te empiezan a enseñar lo que te ha pasado… Repito, no te lo cuentan, te das cuenta, que es muy diferente.

La empatía, esa gran olvidada

De entre todos los dones que pierdes me centraré en el que para mí es el más importante para la vida aquí y ahora, el que te hace más inválido cuando lo pierdes: tu capacidad de empatía. La has perdido. En esto hay grados, claramente, pero si llevas muchos años como yo, la puedes perder casi del todo. Y esto es más o menos como perder la vista, o el oído, o el olfato. A menos que quieras vivir como un eremita aislado del mundo en la cima de un monte, la empatía te sirve, no solo para vivir, sino como mínimo para sobrevivir. Y ya ni te digo si quieres vivir en una familia o con tu pareja. Sin empatía es literalmente misión imposible. Va a ser un martirio para ti y sobre todo para los demás. Esto no lo digo yo, sino que invito de nuevo a leer cualquier articulo científico al respecto.

Si empezara a pedir perdón por mis errores, la falta de empatía sería sin duda lo primero en la lista.

Pero ahora la parte buena. En mi caso, aunque creo que es bastante común, la magia sucede, y apenas dejas radicalmente de consumir, la empatía vuelve a brotar. Como por arte de magia, tu depósito de empatía se empieza a llenar de nuevo, lentamente, pero lo notas enseguida. Y lo notan a tu alrededor. Esto no soluciona tus problemas, pero ayuda, y mucho, a sobrellevarlos con mayor soltura para todos. Lo de solucionarlos es otro capítulo diferente, pero tener empatía es sin duda una herramienta fundamental. Sin ella no puedes pretender hacerlo.

Tengo también la impresión de que la empatía y otras muchas sensibilidades que vas recuperando siguen la famosa ley de Pareto. Al principio es rápido, recuperas mucho. Luego el proceso se estabiliza y ralentiza y empieza el trabajo fino, el ajuste, lo que más tiempo te va a llevar. Es como dejar de fumar (aunque yo nunca he fumado). Dejarlo puede ser rápido. Limpiarte los pulmones completamente y recuperar tu capacidad pulmonar completa a lo mejor te lleva 10 años. Pero también te digo que sólo con lo que consigues en los primeros 6 meses yo ya me daría por satisfecho. Yo no sabía lo liberador y emocionante que es llorar escuchando una canción, viendo una película o leyendo un texto. Y es que se te ponen las sensaciones a flor de piel. Te conviertes en un mega sensor, todo tú. Empiezas a notar un sin fin de detalles de los que ni te acordabas. Lloras a moco tendido en el coche, en casa solo, andando por la calle, hablando por teléfono, en las más diversas situaciones. Es como si te limpiaras un poquito cada vez, y sacaras un poco de ese alquitrán de tu interior. Y es como si te liberaras de un peso, un poquito cada vez. Es muy sanador. Y cada día que pasa, al quitarte peso, es más fácil llegar al siguiente día. Te queda menos alquitrán que escupir…

¿Y si fuera capaz de aterrizar un avión?

Para finalizar me gustaría afrontar la cuestión de por qué he entendido ahora que no podría haber llegado hasta aquí yo solo, y que he hecho bien en pedir ayuda. Puede que a alguien le sirva de inspiración. Además, ésta es la parte más simple y fácil de entender:

Yo soy ingeniero, ingeniero mecánico, digamos que de los de antes, de los que te sacan los planos de una maquina en una servilleta de bar. Tengo casi 50 años y llevo toda mi vida trabajando con máquinas, calculándolas, diseñándolas, instalándolas, vendiéndolas, mejorándolas. Y aunque soy ingeniero y tengo muchos conocimientos de máquinas, no sé hacer puentes; o relojes; o aviones; o barcos. Yo sé de máquinas. Y cuando se rompe una máquina de las que hacemos (que sucede obviamente poquísimas veces) pues no estalla ningún drama, ni entro en pánico, ni me desespero, porque yo sé de máquinas y sé que se pueden arreglar y sé dónde se ha roto y sé probablemente por qué se ha roto, y sabía casi con seguridad que se iba a romper ahí, en su punto débil, y sé qué hacer para arreglarla. Pero si yo quiero arreglar puentes, ni se me ocurre ponerme. Llamo a mi hermano menor que es ingeniero de caminos y que de puentes lo sabe todo, porque lleva toda la vida haciéndolos.

Dicho esto, mi situación de partida, como la de todos, es la de quienes hemos venido al mundo con una máquina complejísima, de serie, en la cabeza y sin libro de instrucciones, que evoluciona, crece y aprende. Para simplificarlo mucho yo la comparo más o menos a una cabina de avión, con todos esos botoncitos, lucecitas, mandos y palancas. Pero un poco más «divertido» que un avión al uso, porque en esa cabina los botones van cambiando función con el tiempo y los mandos que ayer eran para subir hoy a lo mejor son para bajar, pero eso puede cambiar sin que tu seas informado. Ni rastro del libro de instrucciones, por supuesto.

Esa cabina de avión, complejísima, es como un puzle de cuatro piezas comparado con la complejidad real de tu cerebro que sería más equivalente en realidad a la de un supercomputador. Tu cerebro, que es probablemente la estructura orgánica más compleja conocida, está al mando de todo esto.

¿Tú te atreverías a poner las manos encima de un supercomputador, del que depende tu vida? ¿Osarías a programarlo en tus ratos libres o simplemente viendo tutoriales de YouTube a ver qué pasa? Esto es lo que nos creemos que podemos hacer.

Simplificando, yo creo que algo más factible sería pensar que podemos resolver el caso sencillo, el puzle de cuatro piezas, es decir, aterrizar digamos un Jumbo 747, en medio de una tormenta, sin libro de instrucciones, con unos mandos de cabina caprichosos que puede cambiar función y que no entiendes porque están en otro idioma. ¿Se te ocurriría hacer semejante cosa? ¿Pedirías consejo a lo mejor a un amigo de infancia, a tu hermano o a tus colegas del equipo de futbol? Si es para despedirte de ellos, sería una gran idea.

¿O llamarías a alguien que sabe pilotar desde hace tiempo y que ya lo ha hecho?, alguien que sepa de aterrizajes complejos. Alguien que, como tú en tu campo, no hace ningún drama, ni entra en pánico, ni se desespera, porque sabe de aterrizajes complicados y sabe que se puede hacer y sabe qué parte se ha roto porque lo ha visto más veces y sabe probablemente por qué se ha roto, y conoce los puntos débiles del avión, y sabe dónde intervenir para hacerte aterrizar sano y salvo, con algún que otro rasguño, eso sí.

Pues la cuestión es que empíricamente creo que aterrizar ese avión sería más fácil y rápido, que salir de una adicción tú solo. Al menos a mí la experiencia me lo está demostrando. No sé cómo lo hace la gente que sale sola. Imagino que lo deben pasar mucho peor y estar mucho más perdidos que yo, que voy guiado para tocar los mandos de cabina adecuados en el momento justo. Porque, aunque yo soy ingeniero de máquinas, de esta máquina no sé nada de nada. Un cero absoluto. Y hay gente que sabe mucho de esto y que además te quiere ayudar.

Espero haber sido de inspiración para alguien. Con una sola persona me daría por satisfecho.