El caso Pelicot y la irrupción de la pornografía
En Francia todos estamos estupefactos ante las violaciones de Mazan. Estas brutales agresiones cuentan la historia de ochenta hombres corrientes, la mayoría de ellos sin diagnóstico psiquiátrico ni antecedentes penales, con edades comprendidas entre los 26 y los 73 años, que perpetraron más de doscientas violaciones a una misma mujer. Pero lo más inconcebible y desconcertante es que esos hombres podrían ser nuestros amigos, nuestros seres queridos, nuestros cónyuges. Temor legítimo el de las mujeres que descubren los detalles de este sórdido asunto. Por desgracia, este fenómeno de las violaciones masivas dista mucho de ser nuevo. Ahí tenemos, por ejemplo, el caso de la Manada en España o el caso Bukkake en Francia, en el cual participé activamente en la evaluación psicológica a las víctimas.
Estos casos nos interrogan sobre las causas subyacentes de este aumento de la violencia sexual, ya sea en un marco secreto y oculto, o en un grupo abierto de WhatsApp en el que este secreto se evapora para posibilitar el abuso a un mayor número de personas. Los jueces de menores también están alarmados por el aumento del número de violaciones cometidas por los propios menores. Cada vez con más frecuencia me piden que intervenga para sensibilizar e informar a magistrados, y para tratar y sanar a estos menores, autores y víctimas. ¿Por qué razón estas tragedias inaceptables son cada vez más recurrentes? ¿De quién es la culpa? En la prensa y en los debates televisivos se oyen muchas hipótesis: ¿Patriarcado? ¿Cultura de dominación masculina? ¿Pulsiones tiránicas las de los hombres, en una sociedad que las ensalza e insiste en consumir y disfrutar de un sexo cuanto más intenso mejor? ¿O se trata de una adicción sexual, a veces utilizada como pretexto, en hombres particularmente vulnerables desde el punto de vista psicológico?
Lo que llama la atención en el debate es la ausencia de una reflexión seria sobre el impacto del consumo de pornografía del adulto. Además, este caso rezuma pornografía por todos los costados. Por ejemplo, el acusado más joven, 22 años, es adicto a la pornografía desde la adolescencia (1). Otro dato que muestra esa influencia es que muchos de estos actos se grabaran, algo aprendido en la pornografía. Además, en el ordenador de Pelicot, la expresión “chica dormida porno” aparece en numerosas búsquedas. Estos vídeos de violaciones están a la vista de todos. Basta un minuto para encontrar uno con esta “temática” y con 448.000 visitas (2).
En estos últimos años en que aumenta de manera exponencial el número de violaciones y agresiones sexuales a mujeres, asistimos a un silencio casi cómplice sobre el papel que desempeña la pornografía en el aumento de estos comportamientos inconcebiblemente violentos. El consumo de pornografía es considerado como un asunto privado, una elección personal, un derecho legítimo y protegido de los adultos. Bajo el estandarte de la libertad sexual, nos enorgullecemos de consentir que los adultos busquen y encuentren sin esfuerzo alguno y de forma ilimitada un placer sexual inmediato e intensamente potente. ¿Será necesario que muchos otros casos sórdidos salgan a la luz para que se cuestione el consumo, frenético y masivo, de la pornografía en nuestra sociedad? Hemos caído en la trampa de la industria pornográfica que pregona que consumir sexo duro es un trofeo reluciente, símbolo de una sexualidad finalmente liberada.
En Francia, el 51% de los jóvenes de 12/13 años y el 65% de los de 16/17 consumen regularmente pornografía (3). Uno de cada cuatro adultos consume pornografía cada semana (4). Además, en 2022, Francia era el tercer país del mundo entre los mayores consumidores de pornografía estadounidense (5). Estas cifras hablan de lo que algunos sociólogos describen como una sociedad pornificada, es decir, una sociedad en la que una gran parte de las personas interactúan entre sí con un aprendizaje implícito de los esquemas y pautas pornográficos, que se asimila de manera inconsciente pero de un modo muy eficaz. Por consiguiente, los hombres se convencen de que el impulso requiere una gratificación intensa e inmediata, y las mujeres adoptan actitudes sexuales negándose a sí mismas, adaptándose a las necesidades imperiosas de los hombres que las rodean. Este esquema de desigualdad de roles convierte a las mujeres en víctimas aparentemente empoderadas a través de la sumisión sexual aprendida. Los estudios científicos van también en este sentido: el uso creciente de pornografía mainstream aumenta la probabilidad de que las mujeres se conviertan en víctimas de violencia sexual, y que los hombres utilicen la coacción y la violencia sexual con ellas. En Francia, casi uno de cada dos franceses (47%) que ha visto una película para adultos ha intentado reproducir posturas o escenas vistas en películas pornográficas, lo que supone un aumento respecto a 2009 (40%). (6)
Ignorar los efectos perversos de la pornografía es permitir que prolifere una cultura de la violación en la que las mujeres son sistemáticamente reducidas a objetos, productos deshumanizados de los que se puede disponer a voluntad. Las violaciones de Mazan son sólo la punta del iceberg que revela una realidad mucho más oscura y profunda: la de una sociedad que no comprende que la sexualidad es una experiencia relacional que implica a toda la persona -no sólo su genitalidad- dentro de un marco afectivo, ético y moral, y no un producto de consumo en el que el placer personal se convierte en el único vector y propósito.
La pornografía transmite la idea de que no importa lo que le hagas a una mujer, en cualquier momento, en cualquier lugar y de cualquier manera. Ella disfrutará y pedirá más. En 2020, un estudio científico sobre el contenido de los portales pornográficos más vistos mostró que el 45% de los vídeos contenían violencia física (azotes, bofetadas, asfixia, tirones de pelo, etc.). En el 97% de estos vídeos, el blanco de la violencia era la mujer, que mostraba una reacción neutra o incluso positiva (7). En este sentido, como expone Lluis Ballester, catedrático de las Islas Baleares, muchos videos pornográficos constituyen una exhibición de una actividad delictiva que, lejos de provocar un sentimiento de rechazo o repugnancia en el usuario, le proporciona un intenso placer y una sensación de impunidad asociados. La línea entre lo aceptable y lo inaceptable, lo lícito y lo ilícito se difumina. Sin saberlo, la pornografía hace más deseable la violencia sexual y asocia el placer al dolor. Esta erotización de la violencia implica una desconexión moral y empática, uno de los principales factores de riesgo para perpetrar actos de violencia sexual. Numerosos estudios científicos muestran que el consumo frecuente de pornografía favorece, con el tiempo, la impulsividad sexual, la insensibilidad ante el sufrimiento ajeno, la disminución de la empatía, la tendencia a ver a la mujer como un objeto y la perpetración de comportamientos coercitivos y agresiones sexuales (físicas y verbales).
La Sra. Pélicot, víctima del caso de Mazan, afirma: «Me trataban como a una muñeca, como a una bolsa de basura» o «yo era su cosa». Estas palabras definen muy bien lo que es la mujer en la cultura pornográfica: un medio sin identidad ni dignidad para alcanzar fines masculinos de placer despersonalizado, sin afectos, o incluso pervertido.
En Francia, las categorías pornográficas más vistas son «adolescente», «zorra», «colegiala», «destrozar», «estrangulamiento» y «fantasía familiar» (ARCOM, 2023) (8), apologías descaradas de la pedofilia, la violencia y el incesto. Estos contenidos son vistos sin restricción alguna por hombres y mujeres corrientes, muchos de los cuales, afortunadamente en su mayoría, no son pervertidos ni malintencionados. Simplemente están pornificados, en el sentido sociológico del término: sus cerebros, insensibilizados a la violencia virtual, encuentran una excitación intensa que ninguna otra experiencia sexual (o de otro tipo) podría proporcionarles. Esta carrera hacia el placer desbordante está alimentada por una industria todopoderosa que proporciona al sistema de recompensa de nuestro cerebro lo que más le gusta: ¡lo necesario para disparar los niveles de dopamina!
Para algunos hombres, sobre todo los más vulnerables psicosocialmente, la pornografía vivida como un espectáculo les lleva a convertirse en actores en la vida real, no en una película. Lamentablemente, las violaciones de Mazan ilustran cómo la ficción pornográfica se convierte en realidad.
María Hernández-Mora
María Hernández-Mora es psicóloga clínica y doctora en psicología por la Universidad de París. En el hospital Simone Veil (95, Ile de France), creó la primera unidad de Francia especializada en adicción a la pornografía, donde atiende a personas de todo el país. En la Universidad de Paris Cité, investiga sobre los efectos del consumo de pornografía en la salud mental y sexual. Como miembro de la asociación Dale Una Vuelta (www.daleunavuelta.org) y de la asociación francesa Déclic (www.assodeclic.com), de la que es fundadora, lucha para que se traten y prevengan los daños causados por la pornografía. Forma y supervisa equipos clínicos y hospitalarios para favorecer la creación de unidades especializadas en los centros de salud pública.
Este artículo ha sido publicado en La Vanguardia, en su versión digital, el 23 de noviembre de 2024. El contenido se puede leer aquí.
Referencias:
(1). https://www.rtl.fr/actu/justice-faits-divers/proces-des-viols-de-mazan-charly-le-plus-jeune-des-accuses-addict-a-la-pornographie-depuis-son-adolescence-7900440842
(2). https://www.humanite.fr/en-debat/dominique-pelicot/pornographie-lecole-du-viol-de-dominique-pelicot
(3). ARCOM (2023, 25 mayo). Fréquentation des sites adultes par les mineurs. https://www.arcom.fr/nos-ressources/etudes-et-donnees/mediatheque/frequentation-des-sites-adultes-par-les-mineurs
(4). IFOP (2014). Les pratiques et les usages des Français en matière de pornographie Enquête sur la consommation de films X sur Internet. https://www.ifop.com/wp-content/uploads/2018/03/2603-1-study_file.pdf
(5). The 2022 Year in Review – Pornhub Insights
(6). Enquête sur l’impact de la pornographie dans le rapport au corps des Français – IFOP
(7). Fritz, N., Malic, V., Paul, B., & Zhou, Y. (2020). A Descriptive Analysis of the Types, Targets, and Relative Frequency of Aggression in Mainstream Pornography. Archives of sexual behavior, 49(8), 3041–3053. https://doi.org/10.1007/s10508-020-01773-0.