¿Alguna vez te has preguntado si las pestañas de incógnito verdaderamente salvaguardan lo que vemos? Ponemos nuestra privacidad y confianza en un simple clic. Con apretar el botón de “Sí, acepto”, nos basta. Total, ¿quién se iba a leer la letra pequeña? Y mucho menos cuando se accede a una página pornográfica… Como para pararse a leer, ¿no?

Un estudio reciente se preocupó exactamente por esto. Realizó un análisis de 22.484 webs de pornografía. Sí, 22 mil. Descubrió algo impactante: nuestra privacidad no es tan privada como creíamos. Un 93% de estas páginas filtran datos a terceros. ¿Qué datos? Tus preferencias sexuales, el tipo de porno que consumes, los vídeos que más ves… Cualquier cosa que les permita crear un “perfil de consumidor”. Es decir, un perfil bajo el cual quedan registrados en detalle tus hábitos de consumo y tus intereses.

Tus gustos sexuales, el nuevo producto del mercado

La verdadera cuestión es la de siempre: ¿para qué? Según redacta el estudio, publicado en 2020 en la revista New Media & Society, muchas veces emplean estos perfiles para publicidad individualizada. Anuncios personalizados y confeccionados a tu medida personal. Tendemos a pensar que las páginas web o aplicaciones se tratan de entidades autónomas e independientes. Sin embargo, muchas webs y apps incluyen códigos de terceros, que los usuarios normalmente desconocen. Este código puede permitir a las empresas monitorear nuestras acciones, normalmente sin nuestro conocimiento o consentimiento. Es más, muchos sitios web tienen acuerdos de reparto de ingresos con redes publicitarias de terceros. Es decir, que al incluir estas empresas adicionales que monitorean, obtienen un beneficio económico directo.

¿Quiénes pueden ser estos “terceros”? Cuentas como Google o Facebook ofrecen a las webs múltiples servicios “gratuitos” subsidiados, a cambio de permitirles rastrear a los usuarios de sus páginas. El estudio identificó a diversas otras compañías como Alphabet, Oracle, e incluyendo Facebook, como empresas detrás de los rastreadores de datos.

Venden tus datos, tus preferencias sexuales. En resumen, te venden a ti.

¿Somos los únicos dueños de lo que vemos?

El mismo estudio mencionado lo dice: en 2017, Pornhub recibió alrededor de 28.5 billones de visitas. Sus usuarios realizaban 50.000 búsquedas por segundo en la web. ¿Te imaginas cuántos datos se pueden haber obtenido desde entonces?

Las personas que visitan estas webs pornográficas tienen un sentido falso de privacidad y seguridad. Cuando cierran la pestaña, ignoran que no han sido los únicos que saben qué acaban de ver. Ponen toda su confianza en que era una pestaña incógnito, y ya.

El riesgo se encuentra en el acceso a estos datos sin el consentimiento del usuario, de tal forma que hay una entidad que tiene datos sobre tu consumo que quizás no querrías que tuviesen. Al visitar una página pornográfica, nuestros datos quedan automáticamente expuestos. Estas páginas no solo forman parte de una industria oscura, sino también descontrolada. Los investigadores llegaron a identificar 230 empresas y servicios de rastreo, aunque en las páginas pornográficas, la mayoría de ellos se concentraban en unas pocas compañías como Google (responsable del rastreo en los 74% de los sitios), Oracle (24%) y Facebook (10%).

Una fuga abrumadora

Esta fuga abrumadora de datos tan privados compone una cara más de las miles tan oscuras en la industria del porno. Aunque las políticas de privacidad estén disponibles en algunas de estas páginas, muchas veces los usuarios no las entienden o no pueden leerlas. La letra pequeña queda reducida a un fácil “Sí, acepto” con el que los consumidores se quedan a gusto.

Una regulación gubernamental podría impedir esta problemática que parece tan urgente. Se podría exigir a estas webs y empresas que cumplan con sus políticas de privacidad, y que respeten la intimidad de las personas. Por lo menos, que informen apropiadamente al consumidor. Sin embargo, la fuga sigue ocurriendo, y las cifras siguen subiendo. Cifras tanto de consumo de pornografía, como de beneficio monetario para las empresas. Porque al final, respetar la privacidad y la intimidad no parece generar ingresos.

¿De verdad vamos a seguir participando de esta industria? Hay que darle una vuelta.

 

Referencias:

Maris, E., Libert, T., & Henrichsen, J. R. (2020). Tracking sex: The implications of widespread sexual data leakage and tracking on porn websites. New Media & Society, 22(11), 2018-2038.

https://doi.org/10.1177/1461444820924632

https://elpais.com/tecnologia/2019/07/26/actualidad/1564159740_927581.html#

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