Hay testimonios que alumbran realidades escondidas, como es el caso de Silvia. Su nombre es ficticio, pero su historia muy real. Tendemos a pensar que la pornografía es cosa de cada uno, y que está libre de consecuencias. Muy pocas personas se atreven a manifestar que la pornografía no solo impacta al adicto, sino que recae sobre familias, parejas e hijos. Recae sobre confianzas, seguridades y necesidades. Vivir como daño colateral significa ver a tu hogar desmoronarse, y no poder volver a confiar, como le ocurrió a Silvia.

 

No eres consciente del daño que hacen hasta que lo vives en tu propia vida, hasta que destruyen lo que más quieres en esta vida: tu familia.

Tenía 16 años cuando descubrí que mi padre era adicto a la pornografía, que llevaba años consumiendo, y cómo eso fue solo el principio de un problema más grande de infidelidad a mi madre. No se dio cuenta nadie, tan solo yo. Vi imágenes en su móvil que nunca se borrarán de mi cabeza y que cambiarían mi vida para siempre. Lo que empezó siendo un simple clic en una página web acabó en una doble vida, en un padre separado de su familia, y una familia separada de su padre. Consecuencias económicas, pero sobre todo emocionales. Tras haber vivido esta situación, dejé de confiar en el amor verdadero, en la posibilidad de tener una relación estable o fiarme de alguna persona, al ver llorar a mi madre destrozada y cómo su dignidad como mujer, su plan de vida, se había roto en pedazos.

Un padre separado de su familia y una familia separada de su padre es mucho más que una simple frase, es el derrumbe de sus pilares más fundamentales. Ves cómo las dos personas que deberían ser tu refugio, tu padre y tu madre, se fracturan emocionalmente, dejan de hablarse y se sumergen en un constante conflicto. Esa tensión lo impregna todo y termina afectando tu vida entera: tus estudios, tus amistades, tu estado de ánimo. Te vuelves fría, distante, y te preguntas una y otra vez por qué te ha tocado vivir algo así. Es perder la confianza en tu propio padre, alguien a quien admirabas y que ahora no solo ha traicionado a tu madre, sino también a ti. Es una tristeza profunda, porque pierdes esa figura protectora, ese amor incondicional que siempre creíste tener. Pero, sobre todo, es la ruptura de un hogar que nunca volverá a ser el mismo.

Destrozó a mi familia y lo seguirá haciendo a muchas otras. Es principalmente el haberlo vivido en mis propias carnes lo que me ha llevado a animarme a escribir estas líneas. Para que nadie más sufra esto, porque es real y muy profundo el daño, la ruptura causada en las familias por este problema y otras adicciones. Cada vez escucho más casos, más familias rotas.

A pesar de todo, tengo ESPERANZA. Hay gente buena buscando soluciones a este grave problema. Poco a poco, perdonas, y entiendes que somos todos víctimas de un sistema, de la industria pornográfica. Hoy he perdonado, hoy sigo luchando para apoyar a todas las familias, especialmente a los hijos, que han sufrido tales consecuencias. Porque sufrir te hace empatizar, avanzar y cambiar las cosas. Pienso en formarme para poder tener suficientes medios y herramientas para ayudar tanto a las personas que sufren las consecuencias de esta fuerte industria como a prevenir más daños familiares.

 

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