La exposición a la pornografía plantea distintas preocupaciones que, cuanto más se investigan, más se descubren. Una de las áreas de mayor preocupación es el impacto de la exposición a la pornografía, especialmente a contenido violento, sobre la percepción de la violencia sexual. Al consumir y normalizar estos contenidos, se genera una alarmante desensibilización hacia la violencia sexual.
Se trata de un fenómeno que no solo afecta a los adultos, sino que también influye en niños y adolescentes. Al estar expuestos a contenido explícito, se distorsiona su comprensión de las relaciones sexuales y el consentimiento.
Paralelamente, las víctimas de abuso infantil se enfrentan a traumas severos, que pueden influir en su comportamiento y en sus relaciones con la sexualidad en la adultez generando patrones repetitivos de violencia o consumo de pornografía. Adicionalmente, las redes criminales dedicadas a la explotación infantil y la producción de pornografía infantil son una realidad creciente que agrava esta problemática.
¿Hasta ahora, qué se sabe sobre todo esto? ¿Cómo podemos hacerle frente?
Tras realizar una revisión bibliográfica, incluyendo textos relevantes sobre abuso infantil, pornografía y explotación sexual infantil (incluidos en las referencias), se generó un estudio en profundidad sobre el vínculo entre la pornografía y la desensibilización hacia la violencia sexual, los factores de riesgo para el consumo de pornografía en víctimas de abuso infantil y las redes criminales de explotación. Se alcanzaron tres conclusiones principales:
1. La exposición desensibiliza
La investigación ha demostrado que existe una correlación significativa entre el consumo de pornografía violenta y la desensibilización hacia la violencia sexual. Esto implica que la pornografía de contenido violento tiende a normalizar y desensibilizar al espectador, lo que puede llevar a una aceptación social de la violencia sexual.
Las personas que consumen este tipo de contenido tienden a desarrollar una mayor tolerancia hacia actos violentos y agresivos en contextos sexuales. La exposición a pornografía puede influir en cómo los individuos perciben la violencia sexual, haciéndolos más propensos a normalizar este tipo de conductas y comportamientos abusivos, llevándolos a aceptar e incluso perpetuar estas conductas.
No sólo se sitúa en el plano individual, sino que la desensibilización que provoca puede llevar a una mayor aceptación social de comportamientos sexuales agresivos, lo cual es preocupante también desde una perspectiva de salud pública.
2. El impacto del abuso sexual
Se ha encontrado que las víctimas de abuso sexual infantil no solo enfrentan secuelas emocionales y psicológicas profundas, sino que también son más propensas a desarrollar conductas problemáticas en su vida adulta. Estas conductas aparecen especialmente en la esfera de la sexualidad, incluyendo el consumo problemático de pornografía. Este consumo se da como una forma de intentar lidiar con el trauma, es decir, actuando como un mecanismo de afrontamiento que, lejos de promover el bienestar, refuerza el trauma e impide romper los patrones de abuso.
Otro comportamiento problemático, desarrollado en algunos casos, es la reproducción de los patrones abusivos. Ya sea tolerando la violencia dirigida a ellos, sin denunciarla, o bien llevando a cabo violencia hacia otros. A medida que crecen, las experiencias traumáticas pueden llevar a estas víctimas a repetir los ciclos de abuso. Esta repetición de conductas abusivas se puede ver reforzada por el consumo de pornografía, el cual desensibiliza y normaliza la violencia.
3. La amenaza de las redes criminales
Finalmente, las redes de explotación infantil, particularmente aquellas involucradas en la producción y distribución de pornografía infantil, constituyen una amenaza tanto para la sociedad como para la salud mental de las víctimas. Estas redes criminales se aprovechan de la vulnerabilidad de los menores, manipulándolos o coaccionándolos para crear material pornográfico, que luego es distribuido en plataformas ocultas, como la dark web. Estas redes no solo explotan a las víctimas, sino que también perpetúan un ciclo de abuso que es difícil de desmantelar debido a la naturaleza oculta y global de estas organizaciones.
Los textos analizados sugieren que las redes criminales dedicadas a la explotación infantil y la pornografía están altamente organizadas. Son sofisticadas y difíciles de rastrear, lo que agrava el problema de la explotación de menores. Las redes criminales de explotación infantil se aprovechan de la vulnerabilidad de los menores, creando un ciclo de consumo, abuso y explotación que debe abordarse con urgencia.
¿Cómo podemos hacerle frente?
La necesidad de un enfoque integral para combatir la explotación infantil, el consumo problemático de pornografía y la normalización de la violencia sexual se hace cada vez más palpable. Las víctimas de abuso infantil requieren un apoyo especializado psicológico y social para evitar conductas problemáticas en la adultez. Además, es imperativo que las autoridades internacionales hagan esfuerzos conjuntos mediante medidas más estrictas para desmantelar las redes criminales y la producción de pornografía infantil.
¿Qué podemos hacer? Algo primordial es la prevención. Promover que los menores reciban una educación sexual integral, que les advierta de los diferentes peligros, es el mejor objetivo posible. La educación sexual debe diferenciar claramente entre contenido saludable y contenido dañino, fomentando el pensamiento crítico entre los jóvenes y adultos; y apuntando hacia aquello que es saludable y bueno.
Otro elemento relevante es la concienciación pública en contra de la normalización de la violencia sexual. Mediante campañas que se dirijan tanto a padres como educadores, es necesario dar visibilidad a los riesgos a los que nos enfrentamos. Esta concienciación facilitaría también el acceso a mayor información sobre el abuso sexual infantil: cómo detectarlo, cómo actuar, como prevenirlo… De tal forma que se posibilite una intervención temprana y eficaz.
Por otro lado, es necesario combatir a las redes criminales que suponen tanto peligro para los menores. Es fundamental mejorar la cooperación entre las fuerzas del orden internacionales para rastrear y desmantelar las redes criminales dedicadas a la explotación sexual infantil y la producción de pornografía infantil. Esto implica compartir información y mejores prácticas entre países y organizaciones. También desarrollando y haciendo uso de tecnologías avanzadas que permitan identificar y rastrear material de abuso infantil en la red oscura y otras plataformas en línea.
El consumo de pornografía, especialmente la infantil, no es solo un problema individual, sino un desafío sistémico que afecta a la sociedad en general.
Carmen Guadalupe Perdiguero Moreno / Especialista en violencia de género y abuso sexual infantil
Referencias:
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- Klein, M. (2015). Pornography and Abuse: Impact on Children and Adolescents. Journal of Child and Adolescent Trauma, 8(4), 223-237. Este artículo profundiza en cómo el consumo de pornografía en la adolescencia afecta el desarrollo psicológico y la percepción de las relaciones.
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