“El porno representa un modelo de sexo jerárquico, atravesado por la deshumanización y violencia contra las mujeres.” (M. Alario, 2020)

En DUV hemos querido darle un repaso más a la relación inequívoca entre violencia y pornografía. Hoy analizamos algunos argumentos razones por las que la pornografía es una forma de reproducción de la violencia sexual contra niñas y mujeres inspirádonos en la obra de Mónica Alario (ver nota al final).

El esquema del porno: encuentra las diferencias entre pornografía, prostitución y violencia sexual

Sorpresa, no hay. Todas representan la relación de poder ejercida por medio del sexo contra la mujer o niña. La pornografía no va de sexo, va de abuso. La prostitución es más de lo mismo por mucho que se quiera argumentar lo contrario. Desigualdad llevada al terreno del sexo. La trampa está en pensar que el porno contiene algún atisbo de libertad sexual, todo lo contrario, es una de las representaciones más retrógradas y vejatorias que puede existir sobre la actividad sexual.

El esquema de la pornografía:

  1. El hombre es el sujeto el cual tiene un deseo sexual (y/o de poder)
  2. El hombre siempre acaba satisfaciendo su deseo independientemente de la voluntad de la niña o mujer involucradas. No existen videos en los que el hombre no lleve a cabo sus deseos (cuales sean), sin embargo no ocurre lo mismo cuando hablamos de mujeres. De hecho, el porno llega a sexualizar la resistencia de la mujer o la niña a la práctica sexual. La red está llena de videos en los que la mujer dice claramente “no” pero los deseos del hombre siempre son satisfechos.
  3. Mujeres y niñas como objeto. Cosificadas. Deshumanizadas.

Si el no de la mujer, no es válido en la pornografía, entonces el es totalmente irrelevante. Por lo tanto, el propio esquema del porno “niega el derecho humano de las niñas y mujeres a una vida libre de violencia”  (M. Alario, 2020). 

La doctora apunta a dos estrategias por las cuales la pornografía reproduce la violencia sexual. Vamos a verlas. 

Estrategia 1: La invisibilización de la violencia sexual contra las mujeres

En la pornografía encontramos, en su gran mayoría, historias en las que la mujer dice que no quiere tener relaciones sexuales al principio pero con la insistencia del hombre (presionar, chantajear, coaccionar), la mujer acaba por transformar su no en indiferencia y después de la indiferencia parece que ella comienza a disfrutar del sexo – o por el contrario si dice que no, será humillada. Toda esta narrativa tan manida en el porno enmascara la violencia sexual como si fuera sexo puesto que ha habido coacción pero se ha seguido erotizando la situación. Poco a poco se van difuminando las líneas entre el no y el sí; el no de la mujer lo convierten en un sí.

Este mensaje es muy peligroso porque enseña a los hombres a “insistir ya que las mujeres no tienen claro lo que desean” o “en el fondo lo están deseando pero se hacen las difíciles». 

Por otro lado, las mujeres recibimos 3 mensajes; 

  1. Normalizamos que los hombres sean muy insistentes, 
  2. Nuestra voluntad no importa y puede ser modificada a su antojo 
  3. Si nos resistimos, va a ser peor

Muchas mujeres pueden verse reflejadas en la situación en la que acabamos cediendo a mantener relaciones por no discutir más o no sufrir más violencia, aunque no queramos – esto es una realidad diaria-. No se respeta nuestro no porque está desvirtuado por la pornografía. En definitiva, se invisibiliza la violencia sexual y se erotiza como si fuera sexo.

Estrategia 2: La erotización directa de la violencia sexual contra mujeres y niñas

El consumo de pornografía con violaciones explícitas no es minoritario. Mónica Alario destaca en su investigación un video en particular el cual tiene más de 225 millones de reproducciones. En este video se muestra a una mujer siendo golpeada y violada por diferentes hombres tras haber sido raptada. Ella no muestra ningún tipo de placer sino que se resiste, grita y llora. La red está repleta de vídeos de este tipo así que la excusa de que es algo “minoritario” ya no es válida.

¿Qué está pasando? ¿Cómo es posible que la gente pueda excitarse con algo así? El problema es que la pornografía siempre te hace ir a más, te hace erotizar niveles de violencia cada vez más elevados. El porno hace ver que “violar a una mujer es sexualmente excitante” porque reproduce el mismo esquema que hemos visto al inicio del texto. Representa el dominio del hombre sobre la mujer y es capaz de sexualizarlo. 

¿Por qué el porno se ha convertido en un espacio de violencia contra la mujer si cada vez hay más igualdad en la sociedad? 

Es cierto que han habido grandes avances formales para alcanzar la igualdad de la mujer (por ejemplo, a partir de 1978 en España, la mujer pudo abrir una cuenta bancaria o hacerse el DNI sin la aprobación de su marido, padre o hermano). Mientras que la mujer gana el terreno público del que se le ha privado ilegítimamente, el patriarcado se infiltra en otras áreas para poder seguir existiendo.

Es decir, si la dominación masculina no se puede seguir dando en los espacios públicos, se transfiere a lo íntimo, lo personal. La masculinidad ha encontrado la sexualidad como medio para seguir demostrando su superioridad. De ahí la pornografía, que ha conseguido dominar la narrativa sobre lo que es “sexo”. Ha logrado deformar el deseo sexual hasta tal punto nos han colado que la violencia sexual contra la mujer es apetecible. Es decir que la pornografía no es otra cosa que el vínculo entre la “sexualidad” y la “masculinidad”. Por tanto es de esperar que erotice el poder masculino sobre el femenino (a mayor poder, mayor excitación).

Sin embargo, por si a alguien aún le parece que la pornografía pueda tener un origen de igualdad y respeto, recordemos que la primera película pornográfica “mainstream” se rodó a punta de pistola contra la actriz Linda Lovelace. Tras destapar los abusos que sufrió durante la grabación dijo «Cada vez que alguien ve esta película está viendo cómo me violan». Desde el origen del porno, el abuso del hombre sobre la mujer ha sido una constante.

Nunca fue una herramienta para la liberación sexual de nadie, ha sido y es una forma de opresión contra la libertad de la mujer que juega con la ventaja de suceder en un espacio “íntimo”, por lo que es más difícil politizar (aunque no imposible).

Construcción del deseo: Erotización de la infancia desde la violencia

Para entender estos dos puntos siguientes del artículo es importante matizar que el deseo sexual se puede modificar y construir, esto se debe a la neuroplasticidad de nuestro cerebro. Cosas que a priori nos parecen horribles pueden llegar a ser erotizables por medio de la pornografía (en este artículo se explica detalladamente el proceso).

Otro asunto terrible de la pornografía es la erotización de la infancia. El porno está lleno de contenido en los que la actriz parece menor de 18 años, o en los que si la actriz parece adulta, su entorno es infantil (coletas, uniforme del colegio, peluches en la cama…). Lo más dramático es que esta estética pertenece a la pornografía más popular, no es ningún fetiche que consumen los pederastas, no, es lo primero con lo que te encuentras al abrir estas páginas.

La depilación de la vulva o las labioplastias para que los labios menores no sobresalgan, son imposiciones a la belleza de la mujer creadas por la pornografía. Estas vulvas pequeñas y sin vello recuerdan a las de las niñas. Esto nos da qué pensar.

¿Por qué está tan ligada la pornografía a la pederastia? 

De acuerdo con investigación de Monica Alario, el deseo sexual masculino construido por la pornografía erotiza la vulnerabilidad femenina (por ejemplo cuando la mujer llora, dice que no, está dormida, inconsciente…). Es decir, que el porno nos dice que es erótico ver a una mujer vulnerable subordinada al poder de un hombre. 

La diferencia de edad es otro ejemplo de vulnerabilidad. Mantener relaciones con chicas adolescentes o niñas responde al mismo esquema de desigualdad de poder del que venimos hablando. Dinámicas de abuso sexualizadas por la masculinidad. No son casos marginales. La doctora Alario apunta a un proceso paulatino, una normalización paso a paso de la sexualización infantil hasta llegar a contenido de violencia sexual contra menores. No es común comenzar a ver pornografía infantil directamente sino que poco a poco vas normalizando y erotizando la infancia en un contexto sexualizado. 

Ella explica los pasos que llevan a la erotización de la violencia sexual contra niñas: 

  1. Erotizar cuerpos de mujeres infantilizadas; (vulvas depiladas, labios menores no sobresalen por encima de los mayores, poco pecho…)
  2. Mostrar a mujeres adultas en contextos infantiles (uniformes de colegio, peluches, coletas, etc.)
  3. El título del vídeo específica que se están abusando de niñas aunque en el video aparezca una mujer mayor de edad
  4. Consumo de pornografía con niñas hechas por ordenador (animación 3D)
  5. Último paso, consumo de pornografía con niñas reales

Una de cada 5 niñas ha sufrido violencia sexual en su infancia (OMS,2020) y en el 85% de los casos producida dentro de su entorno familiar. Si pensábamos que la pederastia era algo marginal, estábamos muy equivocados. Algo más está pasando para que UNA de cada CINCO niñas haya sido víctima de abusos. Todo parece apuntar a que la pornografía es la perfecta herramienta para borrar los límites más elementales. Vamos poco a poco erotizando lo infantil hasta que es excitante. 

En conclusión, por todas estas razones, la pornografía es intrínsecamente violenta en tanto que deshumaniza a la mujer/niña y la priva de su derecho a tener una vida sexual sin violencia. Cuando una sociedad construye el placer sobre la desigualdad y la violencia, le quita el espacio el sexo real.

Mónica López

En todo este artículo se hace referencia a la obra de Monica Alario Galván, Filósofa y Doctora Internacional en Estudios Interdisciplinares de Género. Tras sus 5 años de estudio de la tesis – la cual fue galardonada con el Primer Premio de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género a tesis doctorales sobre violencia contra la mujer del año 2020 surge su libro Política sexual de la pornografía (2021). Una obra de algo más de 400 páginas que desgrana la reproducción de la cultura de la violación en la pornografía. Libro que ya se está convirtiendo en referente feminista a pesar de su reciente lanzamiento.