La tecnología nos conecta cada día con personas de cualquier parte del mundo, pero ¿te has planteado alguna vez quién se encuentra tras la pantalla? ¿O simplemente lees el nombre y confías ciegamente en que esa persona es quien dice ser? Internet no deja de crecer, convirtiéndose en un océano lleno de nuevas posibilidades que se renuevan a diario para la expansión de la industria pornográfica. Una de estas posibilidades es la que está explotando actualmente Jason Rosero, CEO de una empresa de marketing, y que aparece en un excelente y amplio reportaje publicado por el The New York Times Magazine hace unos días.

Es probable que si se menciona la red social de OnlyFans, el nombre te resulte familiar. Pero seguramente no suceda lo mismo con el nombre Think Expansion, un negocio dirigido por Rosero. Su función es muy sencilla: ayudar a los negocios a captar clientes.

Un ejército de chateadores

En este caso, Rosero se encarga de gestionar cuentas en la plataforma de OnlyFans, eligiendo las fotos y contenido, además de manejar los chats y conversaciones con los suscriptores. Todo ello a cambio de una comisión de las ganancias para lograr el crecimiento de su propio negocio.

Debido a la naturaleza de Internet, se puede intuir que quien escribe detrás de la pantalla puede no ser quien creemos que es, pero ¿se plantean los consumidores de OnlyFans con quien hablan? Y en caso de saberlo, ¿les importa realmente? ¿Lo pasan por alto con tal de sentirse acompañados y recibir una atención “especial”? ¿El consumidor seguiría pagando si supiera que tras la pantalla se encuentra un experto de marketing digital, o mejor dicho, un filipino, un sudafricano, o un indio, que por unos pocos euros se dedican a enviar este tipo de mensajes? Son muchas las cuestiones éticas que se pueden plantear en este entramado.

En OnlyFans nos encontramos ante una nueva forma de pornografía en la que la persona, que crea un perfil de manera consciente haciendo uso de su libertad, vende su cuerpo con el objetivo de ganar dinero. Además, son muchos usuarios los que recurren a negocios como “Think Expansion” para que gestionen sus perfiles, generando así una fuente de ingreso automatizada al ofrecer su cuerpo y mantener, aparentemente, conversaciones con desconocidos. Esta realidad podría dar lugar a un encendido debate. Ahora vamos a centrarnos en los consumidores.

Todo por dinero

El consumidor paga dinero por visualizar contenido sexual exclusivo y mantener conversaciones privadas, teóricamente, con la persona que le gusta. Sin embargo, tras la pantalla, se encuentra una persona totalmente diferente a la que imagina. En concreto, trabajadores contratados para emitir mensajes automáticos que estudian sus conversaciones para saber qué le gusta realmente a ese consumidor y así poder exprimir más dinero. Así, los consumidores creen (o quieren creen) que reciben un trato especial, y sienten que el afecto entre ellos y la persona con la que hablan es real.

Por un lado, podemos ver el problema del propio consumo de pornografía, un negocio en auge y totalmente normalizado para muchas personas que la asumen como un contenido común y sin una relevancia especial. Por otro lado, se detecta una total falta de humanidad, en la que todas las personas implicadas se convierten en producto. Tanto quien vende su cuerpo, como quien lo compra, como quien facilita esta venta. Todo ello por beneficios económicos que empresas como la antes citada saben detectar y explotar al máximo.

Spoiler: el producto es la persona

Para Think Expansion esta realidad no supone ningún problema, al contrario. Todo se traduce en una oportunidad de negocio única. Efectivamente, el deseo de ganar dinero y expandir el negocio propio es lícito, pero todo cambia cuando el producto son las propias personas, que no deberían ser utilizadas como productos, ponerse un precio y ser comprada por otros. Esta realidad conlleva una deshumanización total, todo por dinero, reduciendo el valor de la persona a cero.

 

Bibliografía

Los ‘E-Pimps’ de OnlyFans. The New York Times Magazine.