Aunque pueda parecer algo obvio y fácil de detectar, hay muchos comportamientos que se encuentran en la delgada línea divisoria entre lo que es una verdadera adicción o un mero comportamiento repetitivo.

Existe también la ilusión o la trampa del “yo controlo”. Muchas personas que ya han cruzado la línea de la adicción continúan creyendo que “cuando quieran podrán parar”. Sin embargo, se trata de una falsa sensación de seguridad que les permite continuar en la comodidad del comportamiento adictivo. Se dicen a sí mismos que controlan para no enfrentarse a la realidad: que se están adentrando en un peligroso camino, en el cual hay que hacer un gran esfuerzo para salir.

El psicólogo Mark D. Griffiths responde a las preguntas planteadas. Este experto en adicciones comportamentales considera que, para que una conducta pueda definirse como adicción debe cumplir seis criterios:

1. Saliencia. Esta palabra define la importancia que cobra el comportamiento adictivo en nuestra vida. De repente, la idea de repetir la actividad nos domina. Nos encontramos pensando en ello, en repetirlo, o con fuertes sentimientos de antojo o deseo de volver a ello. También podemos hacer cosas que no solemos hacer, como dejar de ir a ciertas actividades sociales o abandonar diversos hobbies solo para dedicarle más tiempo a nuestra adicción.

2. Modificación del humor. Cuando llevamos a cabo la actividad, nos produce cierto placer o un estado de adrenalina que modifica nuestro humor. En la adicción a la pornografía, se dispara la dopamina en nuestro cerebro para obtener la gratificación a corto plazo que tanto ansiamos. Venimos con cansancio, frustración o agobio, y salimos con gratificación.

A veces, incluso entramos en un estado de inconsciencia, llamado “el punto de no retorno”. Es el punto en el que esta euforia se encuentra tan cerca de nuestro alcance que nuestra consciencia se nubla en búsqueda de esta excitación.

3. Tolerancia. Nuestro cuerpo nos pide más y más. Lo que antes me llevaba a ese estado de euforia, ahora no es suficiente y por ello, necesito más. En la tolerancia, notamos que nuestro cuerpo y emociones se han acostumbrado o desensibilizado, al igual que un alcohólico a quien ya no le afecta el alcohol. Como resultado, comienza la búsqueda de material nuevo que pueda alimentar nuestra adicción. Algo que pueda devolverme el subidón.

En muchas adicciones la tolerancia se combate con un mayor consumo; en la pornografía, y esto es muy importante, el verdadero problema es que no nos satisface la cantidad sino la variedad, la novedad. Algo diferente… por el hecho de ser diferente, no porque me guste. Aquí radica el origen también de muchas perversiones y parafilias.

4. Síndrome de abstinencia. Esta idea proviene de las adicciones con sustancias como las drogas, en las cuales frenar la ingesta de forma repentina puede producir efectos negativos como nerviosismo, ansiedad, insomnio e incluso temblores o sudoraciones, entre muchos otros.

En el caso de una adicción a un comportamiento, como lo es ver pornografía, no ocurre en todas las personas. Pero no sería de extrañar que cesar el comportamiento pudiese hacernos sentir irritables, ansiosos e incluso enfadados. Encontrarnos en una situación en la que no podemos acceder a este contenido puede disparar todo tipo de reacciones negativas debido a nuestra adicción.

5. Conflictos. Aquí hacemos referencia a dos tipos de conflictos. Por un lado, se presentan problemas en nuestro entorno, con nuestras relaciones interpersonales o laborales. A medida que priorizamos nuestra adicción (aunque sea inconscientemente) y permitimos que llene nuestros pensamientos y emociones, dejamos de priorizar otras cosas. Surgen quejas de aquellos que esperan cierto rendimiento de nosotros, o de aquellos a los que no les dedicamos tanto tiempo como antes. Nuestras calificaciones escolares o resultados laborales pueden sufrir un bajón, y ya no ponemos tanta atención en las relaciones de las que somos responsables.

Por otro lado, surgen conflictos “intrapsíquicos”, con nosotros mismos. Aquí entran la culpa, la impotencia y la frustración que nos produce seguir haciendo algo que queremos dejar de hacer. Nuestros momentos de reflexión en los que decidimos “no volver a hacerlo”, parecen poco fructíferos. Además, aparece todo el daño a la autoestima: los pensamientos negativos sobre nosotros mismos o darnos cuenta de que la sensación de seguridad y el “yo controlo” quizá no son tan reales.

6. Recaída. Este aspecto se resume en la frase popular el adicto es adicto de por vida”. Esta frase no se refiere a que la adicción vaya a permanecer para siempre, sino que el riesgo de recaída es un elemento muy presente en la vida del adicto. Se trata de un fantasma siempre presente, que añora volver a aquello que era cómodo, al patrón adictivo que se repetía con tanta frecuencia.

Estos seis elementos nos enseñan qué significa ser un adicto, y qué comportamientos pueden no formar parte de una adicción, por mucho que lo parezcan. Es importante destacar que cada persona lo vive de una manera personalizada. Hay muchos otros elementos que pueden caracterizar determinadas adicciones, pero no estar presentes en otras. Tener seis elementos de referencia nos ayuda a categorizar qué nos ocurre de forma específica, y saber cuándo necesitamos buscar ayuda.

Referencias:

Griffiths, M. D. (2014). Griffiths, M.D. (1996). Behavioural addictions: An issue for everybody? Journal of Workplace Learning, 8(3), 19-25. Nottinghamtrent.