La adolescencia, qué se puede decir que no se haya escrito, no es una etapa fácil de vivir. Es el momento vital por excelencia en el que los cambios abundan, especialmente cambios que a esa edad no entendemos. Nuestra identidad empieza a forjarse a la vez que nuestros círculos se modifican. Tanto a nivel físico, como a nivel social, se reconfiguran muchas de nuestras ideas acerca del mundo a medida que lo exploramos con una nueva mirada.
Esta gran cantidad de cambios hace de la adolescencia un período vulnerable. Ante incertidumbres y emociones abrumantes, lo más natural que podemos hacer es buscar una referencia. O, mejor dicho, un referente. Alguien que nos pueda guiar y enseñar sobre todo aquello que no sabemos o que no entendemos.
Si eso no ocurre, es muy fácil, más que nunca, que muchos adolescentes acaban recurriendo a la pornografía. Casi sin pretenderlo, la acogen como profesora de su sexualidad y, sin darse cuenta, terminan asumiendo lecciones que impactan a toda su afectividad.
A los seres humanos nos encanta pensar que las cosas suceden por partes, que podemos compartimentar lo que ocurre en nuestras vidas. Sin embargo, la pornografía impacta en todo lo que somos, no sólo en un fragmento. Es decir, aunque no se detecte a primera vista, no solo es sexualidad o entretenimiento; sino una forma de vivir las emociones, relacionarnos, y buscar la satisfacción.
Es por esto que recogemos las conclusiones de un artículo científico publicado esta misma semana, en el que se reúnen aquellas áreas sobre las cuales la pornografía puede impactar en la vida de los adolescentes: es la huella bio-psico-socio-sexual de la pornografía.
Impacto biológico
A nivel cerebral, durante los años adolescentes se da un período esencial de maduración. Una característica muy conocida, típica del cerebro adolescente, es la asincronía en el desarrollo de dos sistemas: el mesolímbico (encargado del sistema de recompensa y la dopamina) y el córtex prefrontal (encargado del control de impulsos y la planificación). El primero, el sistema de recompensa, se hiperactiva durante la pubertad, mientras que el prefrontal aún necesita de mayor desarrollo. Esta asincronía implica que los adolescentes son más susceptibles a comportamientos impulsivos, dado que aún no han desarrollado una capacidad cognitiva suficiente. La dopamina que se libera con el consumo de pornografía se intensifica en comparación a un cerebro maduro, aumentando así el riesgo de desarrollar una adicción.
Otros estudios hablan del “fenómeno de la habituación”, conocido también como “tolerancia”. El cerebro requiere cada vez estímulos más intensos para lograr la misma respuesta de placer. Este es el resultado de una desensibilización del sistema de recompensa, lo que puede resultar en una búsqueda de contenidos sexuales cada vez más extremos y potencialmente dañinos. Esta desensibilización, además, afecta a la capacidad total del individuo para disfrutar de actividades cotidianas, lo que aumenta el riesgo de desarrollar ansiedad y depresión.
El uso problemático de la pornografía (UPP) también se asocia a una disminución en el control de impulsos, dificultades en la organización y planificación, y dificultades para la toma de decisiones. Asimismo, produce una disminución de la hormona ‘oxitocina’, vinculada con el afecto entre dos personas, lo cual provoca una pérdida de empatía en las relaciones.
Impacto psicológico
Desde la psicología, se contempla la adolescencia como una etapa esencial en la construcción de la identidad y la autoestima. Un UPP puede interferir con el desarrollo psicológico normal, favoreciendo problemas generales de salud mental como ansiedad, estrés y depresión, según se recoge en el estudio. Esto puede deberse en parte a la asociación que existe del consumo pornográfico con una peor capacidad de regulación emocional, al igual que peores estrategias para la resolución de conflictos.
En lo relativo a la autoestima, se ha estudiado que un bajo nivel de esta supone un factor predisponente para el uso de pornografía como un mecanismo de escape ante emociones negativas como la culpa, la vergüenza o la frustración. No obstante, tal y como relata el estudio, “lejos de ofrecer una solución efectiva, el consumo de pornografía parece perpetuar un ciclo negativo en el cual la autoestima, particularmente la autoestima sexual, se ve aún más deteriorada”.
De forma similar, la forma de vivir la intimidad se ve distorsionada. La pornografía muestra una sexualidad carente de intimidad auténtica y humana, lo que interfiere en cómo se perciben la vulnerabilidad y la conexión emocional en la pareja. Entre los estudios recogidos en la investigación, se ha demostrado que el uso frecuente de pornografía por parte de uno de los miembros de la relación puede reducir significativamente la intimidad y la empatía en diversas dimensiones, como la emocional, sexual e intelectual.
Impacto social
La pornografía no solo impacta en el “interior” del individuo, sino que ha ido modificando todo el contexto social y cultural que rodea a los adolescentes, a medida que su uso se extiende entre más y más usuarios. Factores como el acceso temprano a dispositivos electrónicos, la falta de normas sobre el acceso a Internet y la pandemia covid-19 han favorecido un acceso masivo a contenidos explícitos; un acceso que cada vez se da a edades más tempranas, según argumenta el estudio.
Uno de los aspectos sociales más relevantes para los adolescentes es la soledad. El sentimiento de soledad, ya sea social o emocional, no ha hecho más que ascender en los últimos años entre los jóvenes. Los adolescentes consumidores de pornografía son más propensos a experimentar soledad. El estudio afirma que “la pornografía actúa como una estrategia de afrontamiento desadaptativa frente a las emociones negativas, especialmente en aquellos que ya se sienten socialmente aislados”. Si además se le añade a la mezcla un bajo nivel de autoestima y pensamientos negativos sobre uno mismo (factor ya predisponente en el UPP), esta soledad y ansiedad social no hace más que perpetuarse.
Ante una situación social que fomenta la soledad, la pornografía actúa como la vía de escape más efectiva. El problema es que evitar las dificultades emocionales que presentan los jóvenes no hace más que mermar la capacidad para relacionarse de forma saludable.
Impacto sexual
Se podría decir que ésta es el área de impacto más evidente. A nivel general, en el estudio se identifica que aquellos adolescentes que consumen pornografía muestran mayores tasas de actividad sexual, junto con una gran falta de comprensión de su propia sexualidad y mucha más probabilidad de llevar a cabo conductas sexuales de riesgo.
Todo esto conlleva grandes problemas en el desarrollo de la dimensión sexual. El artículo también recoge que “el consumo se asocia a un aprendizaje de la sexualidad basado en: 1) unas relaciones sexuales más impersonales; 2) mayor tendencia a buscar prácticas sexuales de riesgo; 3) una percepción del sexo basada solo en el placer físico, y 4) mayores índices de infidelidad”. Además, se internalizan todas las situaciones contempladas en los contenidos, tales como la cosificación, la permisividad y la objetificación; convirtiéndose en creencias propias sobre las relaciones reales.
Por otro lado, el consumo en varones se asocia a disfunciones sexuales como disfunción eréctil y eyaculación retardada. Un consumo adictivo se asocia con una menor satisfacción sexual en general, mayor presencia de disfunciones relacionadas con el deseo y desconexión de la empatía.
Cinco claves para prevenir
Estudios como este ponen de relieve consecuencias que, de no ser examinadas, podrían pasar desapercibidas. Sin embargo, el foco no debe de estar únicamente en el problema, sino en toda posible solución y ayuda. En este caso, el estudio recoge cinco claves fundamentales para la prevención: (1) una educación sexual integral, incluyendo la alfabetización digital, (2) una mayor supervisión parental sobre la tecnología, (3) el pensamiento crítico y diálogo abierto, (4) los límites en el uso de dispositivos y (5) el fortalecimiento de habilidades emocionales.
Estas cinco claves de prevención no son metas lejanas e inalcanzables, sino hábitos que se pueden construir en cada hogar e, idealmente, en la sociedad. Por ello, está al alcance de nuestra mano que el impacto de la pornografía no llegue a nuestros adolescentes, y puedan vivir un desarrollo bio-psico-socio-sexual sano.
Referencias:
Villena-Moya, A., Alcázar Ruiz-Escribano, B., Martín-Arribas, C., Martín-Vivar, M. (2025). Impacto bio-psico-socio-sexual de la pornografía en la adolescencia: retos y oportunidades. Cuadernos del Audiovisual del Consejo Audiovisual de Andalucía, (13), 77-98. https://dx.doi.org/10.62269/cavcaa.XX