Innovación, innovación, innovación. Muchos avances tecnológicos de los últimos 40 años han estado protagonizados por la industria de la pornografía. Un negocio que busca la satisfacción -literal- del cliente necesita ofrecer la mejor calidad en todo el proceso de consumo. 

Ver, oír, tocar, sentir, gustar, incluso oler. Complacer al máximo todos los sentidos: este es el objetivo. Y siempre se podrá ver mejor, con más calidad, más inmersión, en varias dimensiones, etc. La industria del sexo es pura sensación y por tanto es necesario despertar y mejorar cada uno de los sentidos. Se busca que la experiencia sea más verosímil, más cercana, más auténtica. Como si fuera sexo real. 

Además del vídeo, que siempre es el rey, la pornografía se expande por cualquier rendija en la que pueda encontrar clientes deseosos de buenas y fáciles ofertas: ilustraciones, cómics, audios, vídeochats, novelas, etc.

Hacemos un recorrido rápido, no exhaustivo, por algunos hitos tecnológicos de las últimas décadas, y su relación con la pornografía.

A partir de 1958, el fotógrafo de moda Harrison Marks, empieza a grabar “películas caseras con glamour” con Super-8, en las que las protagonistas eran modelos, desnudas y en top-less. Las ventas de proyectores y de las cámaras se dispararon. También está asociado al porno el VHS, ya que tenía más capacidad de metraje que Betamax, de Sony. A finales de los 70, la mitad de las cintas VHS vendidas en Estados Unidos eran de contenido para adultos.

Se puede decir que Internet lo crearon los militares y lo popularizó la pornografía. Tuvo mucho que ver en la velocidad de Internet, primero con la tecnología 3G, ante la necesidad de descargar ví­deos e imágenes. Además, a mayor velocidad, mejor se comparten archivos. Navegar a toda vela por las páginas pornográficas era un requisito necesario.

Los pagos online se convierten en un elemento capital para que funcione el negocio, y su desarrollo corre a cargo de la pornografía, que busca monetizar de un modo rápido, seguro, fiable y privado a los consumidores. Amazon y PayPal, por poner dos ejemplos, tienen mucho que agradecer al trabajo previo de esta industria.

 

Y el futuro ya está aquí

La realidad virtual marida bien con el porno. Algunos portales de pornografía ya tienen una amplia oferta de pelí­culas en realidad virtual, y regalan gafas de VR a los suscriptores de sus web.

Robots más o menos sofisticados y muñecas de silicona donde puedes elegir el tamaño, color y forma de cada una de sus partes. Se venden a precios muy variables aunque la presión de algunos colectivos está consiguiendo que se eliminen de sus catálogos.

También se empieza a hablar de los “Pornbots”, algo así como chatbots que pueden relacionarse sexualmente a través de la palabra con nosotros. Una especie de Siri que puede seducirte y complacerte.

El no va más será la realidad virtual llevada al sentido del tacto. Con trajes especialmente diseñados podremos experimentar sensaciones virtuales. Como cualquier se puede imaginar, la dimensión sexual está llamando a la puerta…

De acuerdo con Patchen Barss, autor de El motor erótico: Cómo la tecnología ha impulsado la comunicación masiva, de Gutenberg a Google: «No importa si se trata de pornografía controlada interactivamente, avatares sexuales, biofeedback o videos 3D, esta industria busca cómo perfeccionar y ampliar la comercialización de nuevas tecnologías”.

Nuevas tecnologías, nuevos productos, mismo resultado: refinadas alternativas al sexo personal, físico, real, auténtico.