Los casos de adicciones suelen resultarnos muy llamativos. Películas populares como Trainspotting(1996) o El Lobo de Wall Street (2013) recogen las adicciones como un tema de gran interés. Por alguna razón, nos genera cierto misterio entender cómo ha acabado una persona envuelta en una situación de adicción de la que no puede salir.

En el caso de la adicción a la pornografía, puede ser que la misma adicción nos parezca “la peor parte”. Cuando pensamos en adicción, pensamos en las recaídas, la lucha constante, el “mono” de volver a vivir la sensación, e incluso la sensación de esclavitud. Sin embargo, la adicción es sólo la punta de un gran iceberg. El verdadero problema se compone también de aquello tras la adicción. La parte del iceberg que nadie ve, que queda escondida debajo, alimentando nuestras dificultades.

¿Qué se esconde debajo de la adicción?

Nuestro iceberg escondido podría resumirse en lo que se conoce comoesquemas mentales”. Todos tenemos una serie de esquemas cognitivos que almacenan toda la información que hemos ido aprendiendo del mundo y de los demás hasta ahora. Estos esquemas mentales nos sirven como un mapa para entender lo que nos sucede, y clasificar la información que nos llega para darle un significado personal.

A medida que experimentamos situaciones nuevas, nuestros esquemas pueden modificarse y adaptarse. Sin embargo, aquellos esquemas aprendidos en la infancia pueden permanecer con nosotros a nivel inconsciente. De esta forma, interpretamos situaciones del presente con unos esquemas que se formaron en el pasado.

El “feo” de Juan

Por ejemplo, imaginemos el caso de Juan. Juan sufrió una experiencia de bullying en sus primeros años de colegio. De forma repetida, compañeros de su clase se burlaban de él por su aspecto, su nariz y su estatura. Juan generó un esquema mental, una creencia sobre sí mismo de que “es feo”, y de que sus compañeros le rechazaban por ello. Al crecer y convertirse en un adulto, Juan pasó por varias rupturas amorosas, tras las cuales se desmotivó profundamente. No podía evitar pensar que “las chicas le rechazaban porque es feo”, lo que le causaba una profunda tristeza.

La creencia que Juan generó sobre sí mismo en un pasado pervive en él a lo largo de los años, de forma inconsciente. Sin embargo, lo que Juan no comprende es que esa creencia no tiene por qué ser verdad. Puede ser que los niños que se burlaban de él buscasen cualquier excusa para llevar a cabo la burla; además de que, con el paso de los años, Juan ya no tenía el mismo aspecto que en su niñez. Sin embargo, el aprendizaje que realizó en su pasado permanece en su esquema mental.

En el fondo y en el centro

En el caso de personas adictas a la pornografía, puede que se den determinados esquemas mentales o creencias que componen la parte del iceberg más oculta e inconsciente. Por ejemplo, el experto en adicción al sexo, Patrick Carnes (1983) hablaba de cuatro creencias que este tipo de pacientes tenían en común. Son cuatro creencias que inconscientemente se convierten en un núcleo para la persona, alrededor del cual emana un comportamiento adictivo.

1. La primera se relaciona con el autoconcepto y la autoestima, con la forma en que nos percibimos y valoramos a nosotros mismos. Muchos de nosotros vivimos a lo largo de nuestra vida experiencias en las que nos sentimos fuertemente rechazados, como en el caso de Juan.

Estas experiencias nos llevan a pensar que hay en nosotros un factor que los demás rechazan, es decir, que la culpa es nuestra. Generamos una creencia de que “no somos suficientes” o “no somos buenos”. A raíz de una o varias experiencias desagradables, aprendemos erróneamente que, en el fondo, somos peores que los demás en algo.

2. La segunda se relaciona con nuestra forma de vivir las relaciones, con el vínculo que generamos con los demás. Si partimos de la primera creencia, que no somos suficientes para los demás, se genera en nosotros una sensación de que “nadie me querrá tal y como soy”, según Patrick Carnes.

 

Por ello, nos vinculamos con los demás desde la apariencia. Nos ponemos máscaras y maquillamos nuestros defectos en un intento de ser más atractivos para las personas que nos rodean. Muchas veces estas máscaras nos llevan a hacer cosas que no nos representan verdaderamente o que, en el fondo, no queremos hacer.

 

3. La tercera se relaciona con nuestra forma de entender la sexualidad. Especialmente aquellos adictos al sexo o a la pornografía pueden percibir que el sexo es una de las necesidades más importantes que tenemos. Esta percepción quizá se da a nivel inconsciente, sin que nos demos cuenta explícitamente.
Esto explica que la idea de no volver a ver pornografía pueda generar cierto miedo o ansiedad… Porque implica no volver a realizar nunca algo que me produce un placer que satisface mi necesidad. Sin la pornografía, ¿cómo voy a satisfacer una necesidad sexual a la que estoy tan apegado?

 

4. Por último, una cuarta creencia tiene que ver con nuestras necesidades y con la expectativa que tenemos de que se puedan satisfacer de forma sana.

 

Al acudir a la pornografía o al sexo, estamos mandando un mensaje de que “yo solo puedo satisfacer mi necesidad. Nos autoaislamos del mundo para obtener placer. Asimismo, optamos por la pornografía porque no concebimos otra manera de obtener ese placer o de lidiar con la necesidad.

 

No tiene por qué darse el patrón que propone Carnes en todos nosotros. Sin embargo, resulta muy iluminador mirar hacia dentro, debajo del agua donde se esconde nuestro iceberg. Cuestionarnos en un proceso de reflexión: ¿qué pienso yo verdaderamente? ¿qué creencias pueden estar contribuyendo a que yo acuda a la pornografía? ¿En qué momentos me siento rechazado por los demás?

 

Referencias:

Carnes, P. (1983). Out of the Shadows: Understanding Sexual Addiction. CompCare

Publishers.

Camacho, J.M. (2003) El ABC de la Terapia Cognitiva. URL: https://www.fundacionforo.com/pdfs/archivo23.pdf