Ofrecemos un testimonio real, de alguien como tú, como yo, que viene, va.. y vuelve. Hay salida.

Recuerdo mi infancia siendo un niño con unas manías y unos hábitos un poco especiales. Tenía cierta obsesión hacia la limpieza, y era tal que cuando me encontraba en la calle jugando, a cada rato paraba para sacudirme el polvo de la ropa, aunque en realidad no estuviera especialmente sucia.

Me gustaba mucho hacer las cosas perfectas, analizar todo, cumplir las normas, tenía una abuela, a la que cuando visitaba, siempre me decía que le encantaba que fuera un niño “tan guapo y tan formalito”.

En general he tenido una infancia feliz, jugando todo el día en la calle, cuando no era al fútbol en la plazoleta del barrio era al escondite por los callejones de las casas, etc. Crecí en un ambiente familiar normal aunque mi padre trabajaba de noche y eso quizás de manera inconsciente echaba en falta su presencia. Recuerdo de chico irme a la cama a dormir y cerrar las puertas del salón y de la cocina haciendo un ritual de dar “4 golpecitos” en ellas.

Siempre desde niño me han apasionado los videojuegos y los ordenadores, y tal fue así que cuando llegué a la adolescencia, en el instituto, tuve mi primer ordenador PC.

Me empecé a interesar por la programación, siempre me ha gustado el saber cómo funcionan las cosas, y el saber cómo funcionaba un programa o como estaba hecho un videojuego me intrigaba y yo también quería saber poder hacerlo. A partir de aquí y coincidiendo la etapa biológica de mi vida en la que me encontraba, empieza mi adicción a la pornografía.

Al principio, dado el hecho que pasaba mucho tiempo frente al PC jugando o haciendo cosas (escuchar música, viendo películas, etc.), tenía un fácil acceso al material pornográfico que podía encontrar en Internet. Al principio era algo esporádico, y pienso que lo hacía porque era algo normal con esa edad, estaba explorando mi cuerpo, mi sexualidad, etc., y no le daba tanta importancia como para plantearme que fuera una adicción.

Recuerdo entonces como mi adolescencia y mi etapa adulta joven, se convirtió en una vida apática, aislada, me sentía cada vez más retraído, salía los fines de semana por la noche con el fin de ligar con chicas y consumir alcohol, era una manera de desinhibirme, quizás era la única forma de sentirme un poco distinto a como era y de expresarme más o perder el miedo a hacerlo.

Mi rutina era básicamente estudiar (estaba en la universidad), jugar mis partidos de fútbol semanales, y salir los sábados de fiesta, y entre tanto y tanto mis masturbaciones diarias consumiendo pornografía cuando me encontraba en el ordenador, que era prácticamente la mitad del día, si no era estudiando era jugando.

Quizás con ello conseguía disipar o calmar la ansiedad que me podía ocasionar la presión de los exámenes, el no tener las suficientes relaciones sexuales que quisiera tener por aquel entonces, o puede que eso fuera solo la punta del iceberg, y que realmente lo que hiciera fuera calmar el dolor de no ser capaz de tener relaciones sociales intimas o de establecer vínculos afectivos más profundos con las personas.

Cierto es que no llegué a tener una adicción tan profunda o avanzada, a mi criterio, pues en ningún momento me ocasionaba problemas en el trabajo ni en ningún otro ámbito, lo único que hacía era aislarme pero parecía que eso no era problema alguno para mi día a día.

Hasta que un día conocí a una chica, con la que empecé a salir, la cosa iba bien y nos fuimos a vivir juntos, apenas llevábamos un año conviviendo juntos cuando nos enteramos de que estaba embarazada. En principio pareció que eso no fue problema, pero con el tiempo… un día viniendo de hacer deporte, sufrí una intensa crisis de ansiedad que percibía que la muerte estaba cerca, ahí me di cuenta que algo llevaba haciendo mal años atrás, acumulando tensión y ansiedad, y que mis conductas obsesivas solo hacían mantener y alimentar más el problema. Ahí me di cuenta que no veía el sexo ni las relaciones personales como de verdad había que verlas, y decidí poner solución a algo que debería haber hecho años atrás. Busqué ayuda sin dudarlo y no tuve ningún problema en contar mi problema a quien fuera, incluso a mi pareja; la salud estaba en juego.

Así que, a día de hoy, aunque aún me encuentre en este largo camino de reconducir mi vida y hábitos, espero con todas mis fuerzas que llegaré a ser una persona diferente, persona que siempre debí ser.

Esto es un mensaje para aquellas personas que, como yo, crecimos en una época de fácil acceso a la pornografía con Internet, y lo cierto es que, esta adicción, a diferencia de otras como el consumo de alcohol o drogas, es menos visible, pero no por ello menos dañina.