¿Cual ha sido tu primera reacción al leer esta pregunta? Posiblemente tu primer pensamiento haya sido algo parecido a esto: “¡¿La pornografía educativa?!…¡Vaya locura! ¡Cómo vamos a dejar la educación afectivo-sexual de toda una generación en manos de la pornografía actual!” Pero luego, has recapacitado y seguramente te hayas dado cuenta de que ya está pasando.

Sí, efectivamente, gran parte de la juventud recurre a la pornografía para solventar las dudas que les puedan surgir. Como dijimos en el post de El sexo en serio y en series y según afirma el reciente informe de Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, el 70% de los jóvenes reconoce no haber recibido educación sexual. Esta desinformación empuja a los jóvenes a tener que buscar otras fuentes y la forma más sencilla y menos comprometedora suele ser… Internet. Por eso el 69,1% de los jóvenes recurre a la red para resolver esas cuestiones tan íntimas. No es sorprendente tampoco que solo el 27,5% recurra a sus padres para consultar sus dudas.

Este vacío en la educación afectivo-sexual lo acaba llenando el porno que está al alcance de todos (independientemente de la edad), es anónimo y no tienes que pasar vergüenza con tus padres. Sin embargo, es el peor de los consejeros. Aprender de sexo y afectividad a través del porno es como aprender a conducir viendo Fast & Furious, por no mencionar los efectos adversos que puede generar en el desarrollo cerebral durante la infancia y adolescencia.

Debido a que los más jóvenes convierten a Google en su más fiel confidente y dada la facilidad con la que se puede acceder a la pornografía hoy día, algunas personas apoyan la idea de crear un contenido “pornográfico” supervisado por sexólogos, psicólogos y autoridades correspondientes. Este material sería educativo, no violento, sin machismo, pero explícito.

En este post queremos simplemente mostrar las dos caras de la moneda, dos principales puntos por los que merece la pena (o no) plantearse la creación de una “pornografía educativa”.

Posible Ventaja: Formación afectivo-sexual y concienciación sobre la pornografía

Dejar que el silencio se convierta en el educador sexual de nuestros hijos no parece la mejor opción pero a su vez hay que asumir que los jóvenes van a consultar internet para este asunto, o bien por vergüenza o por costumbre (buscar lo que desconocemos en internet se ha convertido casi en un acto reflejo). Pero… ¿qué pasaría si esas dudas fuesen solventadas por una plataforma especializada y controlada?

Existe la posibilidad de que este contenido pornográfico “educativo” promueva en los jóvenes una nueva conciencia como consumidores, no solo enseñando una relación afectivo sexual saludable sino a su vez motivando el pensamiento crítico. Si el adolescente aprende establecer relaciones sanas y libres de violencia, más tarde será capaz de detectar y rechazar activamente el contenido pornográfico estándar machista y violento.

Posible Problema: La puerta a la adicción y el efecto de escalación

Por otro lado, puede suceder todo lo contrario. Nuestro cerebro siempre acaba pidiendo “más y mejor” y con esto nos referimos a más novedad y más extremo. La demanda del contenido pornográfico siempre acaba escalando, porque activa una de las partes más potentes del cerebro, la de la recompensa, y eso no podemos evitarlo y es así como sucede también en la adicción al alcohol o las drogas.

Esa progresión, propia de todo lo escalable, empujará a los consumidores a abandonar ese “porno seguro” y les incentivará a buscar por su cuenta contenido más extremo. En resumen, puede que este porno educativo comience con buenas intenciones pero al fin y al cabo podría ser la puerta de entrada al mundo de la pornografía más violenta y degradante.

Por último, es importante añadir que no existe solución fácil a este asunto, solo a través de la colaboración de todos los agentes sociales se puede alcanzar una respuesta. No tiene sentido el porno educativo si ni los padres ni los educadores intervienen en la formación afectivo-sexual del joven, como tampoco es efectivo un porno educativo si el mainstream está al alcance de cualquiera. La respuesta sólo podría llegar de la colaboración activa entre legisladores, padres y madres y educadores al mismo tiempo.

En cualquier caso, las palabras juegan, como siempre, un papel clave. Y en este sentido, se podría decir que si es pornografía, no es educativa; y si es educativa, no es pornografía. Las dos palabras juntas, hoy por hoy, son un oxímoron perfecto.