El 50% de los jóvenes encuestados, reconoce haber incrementado las prácticas sexuales de riesgo después de haber consumido pornografía. Además, el 4,5% afirma ha pagado por tener encuentros sexuales o estaría dispuesto a hacerlo.[1]
¿En qué consisten esas prácticas de riesgo?
Las conductas sexuales más habituales entre los adolescentes son: contactos sexuales con desconocidos sin utilizar ningún tipo de protección, sexo oral o anal y conductas con tintes agresivos en los que la humillación, denigración y los actos violentos son los protagonistas.
Estas conductas, cada vez más prevalentes entre los jóvenes, hacen que las enfermedades de transmisión sexual (ETS) aumenten. La Academia española de Dermatología y Venereología (AEDV), en el día mundial de la salud sexual, 4 de septiembre, advirtió del aumento de infecciones de transmisión sexual en jóvenes. 25 años es la edad que registra mayores porcentajes de infecciones por gonorrea y clamidia.
Desde 2001 los casos de ETS han crecido. Por ejemplo, el número de casos de sífilis se ha multiplicado por 7 (se ha pasado de 700 casos en 2001 a 4.941 casos en 2017) y las enfermedades gonocócicas se han multiplicado por diez (en 2001 hubo 805 casos y en 2017 se registraron 8.722) en los más jóvenes. Cataluña y Baleares están a la cabeza en los diagnósticos de estas dos enfermedades.
A partir de estos datos es necesaria una reflexión. Nos enfrentamos ante un problema de salud pública, un problema que hace años, a través de medidas sanitarias, consiguieron disminuir los casos de infecciones. Desde Dale Una Vuelta nos preguntamos si el consumo precoz de pornografía puede ser un factor de riesgo para que los jóvenes contraigan este tipo de infecciones. Y nuestra respuesta es afirmativa.
La mayoría de jóvenes han visto con frecuencia filmaciones en las que se observan las siguientes escenas sexuales: sexo vaginal sin preservativo cambiando de parejas y en grupo, sexo anal sin preservativo con diversas parejas y eyaculación en la boca de la pareja. Este tipo de prácticas pueden tener efectivos negativos sobre la salud de los más jóvenes.
¿Qué enseña el porno?
El contenido pornográfico se caracteriza por un tipo de conducta sexual ausente de afecto, emoción e intimidad. La relación entre los protagonistas no se basa en una relación interpersonal en el que pueda haber un diálogo más o menos extenso y en el que entren en juego las armas de seducción característica de una relación sexual sana. Además, en este contenido aparecen personajes con características corporales específicas y alejadas de los cuerpos reales. Esto hace que además del riesgo de desarrollar conductas agresivas, otras consecuencias de integrar un esquema sexual aprendido en la pornografía pueden ser:
- Pérdida de habilidades para seducir.
- Incapacidad para mantener relaciones sexuales estables con una pareja.
- Supresión de la intimidad y afecto en las relaciones sexuales.
- Mayor permisividad sexual y mayor número de parejas sexuales.
Las imágenes explícitas y las narraciones presentadas en la pornografía pueden influir en el desarrollo de la sexualidad de los jóvenes en sus aspectos cognitivos, afectivos y de comportamiento. Al representar un conjunto de mensajes permisivos sobre la sexualidad, la pornografía puede modelar la realidad sexual de los adolescentes tanto a nivel intrapersonal como interpersonal. Por lo tanto, los jóvenes tienden a reproducir algunos patrones relacionados con las relaciones interpersonales y las expresiones sexuales en los encuentros sexuales que tienen en la vida real.
El porno es fuente de educación sexual para los más jóvenes. Según el informe español citado más arriba, casi un 70% de los entrevistados reconoce no haber recibido una educación afectiva sexual o si la ha recibido, ha sido insatisfactoria. Para resolver las dudas acuden en un 72,8% de los casos a sus amigos y el 69,1% a internet. Quizás debamos reflexionar sobre dónde y qué están aprendiendo.
Los modelos sexuales que aprenden, ¿representan una sexualidad sana?
A lo largo de estos años en los que hemos podido hablar con casi 3.000 adolescentes reconocen que lo que ven, no es real, pero que acuden a la pornografía para aprender. No son conscientes de los riesgos que conlleva y empezamos a ver los efectos de un consumo precoz de porno. El porno pone en juego su salud física y emocional.
Hablemos con ellos. Y no solo de cómo se pone un condón, sino de los afectos, emociones, pensamientos. De relaciones, de habilidades sociales, de comunicación, asertividad, amor, caricias, abrazos… De libertad.
[1] Informe “Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales”, elaborado por la red Jóvenes e Inclusión y la Universitat de las Illes Balears.
Fuentes:
Gonorrea y clamidia, las principales infecciones de transmisión sexual en jóvenes menores de 25 años. Periódico ABC. 9 de noviembre de 2019.
Estudio de la nueva pornografía y relación sexual en jóvenes (2014). Luis Ballester, Carmen Orte y Rosario Pozo. DOI: http://dx.doi.org/10.12795/anduli.2014.i13.10.
Hald, G. M. y Malamuth, N. M. (2008). Self-perceived effects of pornography consumption. Archives of Sexual Behavior, 37(4), 614-625. DOI:10.1080/15213269.2013.850038.
The Sexual Self: The Construction of Sexual Scripts (2007). Michael Kimmel. Ed: Vanderbilt University Press.