La inmensa mayoría de la gente ve negativa la adicción o el exceso en el consumo de pornografía. O de cualquier otra cosa. Si se pierde el control, si no se puede salir de una espiral, es evidente que hay un problema. Pero, ¿y si entramos en matices? ¿Es tolerable un consumo controlado? En definitiva: ¿es perjudicial la pornografía en sí misma?

«No creo en el consumo responsable de porno. Para mí todo lo que se llame porno está contaminado por el mensaje que conlleva». Así de contundente se mostraba Gabriel Núñez, periodista y escritor, autor de varios estudios y artículos sobre la pornografía.

Lo esencial, seguía diciendo, es «que la gente se pregunte qué está viendo, por qué lo está viendo y a partir de ahí hacer unas mínimas reflexiones de qué repercusiones tiene eso en su vida privada y pública».

Darle una vuelta. Preguntarse por qué. Encontrar tus propias respuestas. No parece que el uso de la pornografía en sí misma aporte beneficios a la persona, además del evidente placer y satisfacción sexual individual. No genera unión, afecto, intimidad, y en cambio sí produce lo contrario: aislamiento, y algunas dosis de egoísmo.

La realidad demuestra que si nuestro regulador emocional –cuando estoy tenso, aburrido, enfadado o eufórico- es el consumo de pornografía, poco a poco será más complicado salir de esa espiral. Nuestra sexualidad siempre pide nuevas experiencias, nuevos momentos “perfectos”, y será muy fácil volver una y otra vez a buscar ese consuelo en las pantallas… Desde Dale Una Vuelta lo comprobamos a diario por los cientos de mensajes recibidos: la mayoría lleva muchos años enganchado al porno.

Un dato sorprendente, en recientes encuestas sobre las fantasías sexuales más frecuentes de los españoles, es que casi el 95% responde que su fantasía recurrente es tener relaciones sexuales con la persona a quien quiere y ama. Al final, no somos tan originales…

¿Entonces, qué? Un simple consejo: la formación y educación en estos temas es básica. Por tanto, algunas ideas elementales son:

 

  1. Apuntarse a un curso de sexualidad, que tenga que ver con tu proyecto vital.
  2. Lectura de textos, libros, manuales, artículos sobre estas materias.
  3. Para los más jóvenes: pregunta a tus padres o a quien te inspire confianza. Es lo mejor 😉