Todos estamos al tanto del lanzamiento de la segunda temporada de la serie Sex Education, pues ya se ha encargado Netflix de avisarnos en el mobiliario urbano con paneles publicitarios de un clítoris gigante, una compresa manchada de sangre o una lengua, en un beso, con un primerísimo primer plano. Con esta provocadora estrategia, habitual en este tipo de series, se busca captar la atención de jóvenes y no tan jóvenes, y se puede intuir la idea de la sexualidad que subyace. Tras el éxito rotundo de la primera temporada, vista por más de 40 millones de personas en 2019, Netflix ha decidido continuar con su propuesta “educativa” y económicamente irresistible.

Pero ¿de dónde viene tal éxito? Los realizadores de la serie han reconocido muy acertadamente el vacío educativo en el terreno de la sexualidad en el que viven los millennials. [Desde nuestra plataforma apoyamos una educación sexual urgente]. También han percibido que los adolescentes andan llenos de preguntas que no se atreven a abordar con adultos pobres en respuestas. Se han dado cuenta de que en la sociedad actual el sexo no se educa, ni se explica, ni se piensa, sino que se experimenta aleatoriamente, se mira y se expone. Y finalmente, han identificado en la pantalla la vía moderna por antonomasia por la que el sexo se descubre y las ideas se transmiten. Así están reunidas todas las condiciones para vender educación con el argumento de responder a una necesidad social a partir de canales y de métodos actuales e influyentes.

El Dorado del sexo

Mas aún, han captado una emoción básica y especialmente útil para garantizar el impacto y la influencia que tanto ansían: el miedo. Un miedo generado por la influencia de la publicidad, la pornografía, etc. que nuestros jóvenes tienen por no sentir o provocar el máximo placer posible, de no estar a la altura en la cama, de no saber realizar la mejor postura del Kamasutra, de no tener órganos sexuales suficientemente atractivos, de dudar de su orientación sexual, de quedarse embarazados o de ser infectados por una enfermedad sexualmente transmisible. Y sí: Sex Education expone todo ello.

Así describe Charlotte Abramow, autora de la campaña publicitaria de la serie, en su cuenta de Instagram, el objetivo del manual asociado a esta impetuosa y ardiente serie británica: «64 páginas para hablar de culo sin tabúes y para abordar los fundamentos de una sexualidad más plena…”. No es un azar que los términos utilizados para la publicidad de la serie sean “Fundamentos”, “Plena” y “Educación”. Estos conceptos, tan llenos de fuerza y de sentido, presentan engañosamente la serie y el manual como «El Dorado del sexo» donde el joven usuario podrá encontrar las claves que tanto anhela para revolucionar y llevar a la plenitud su vida sexual.

¿Realmente podemos decir que a lo largo de los episodios el espectador va descubriendo todo lo necesario para vivir su sexualidad de forma plena y sana tal y como vende el título de la serie y su directora de campaña? ¿Se puede decir que esta serie es realmente educativa?

Las dos caras del sexo: placer o riesgo

La serie se asienta sobre dos ideas clave: el sexo es fuente de placer, y el sexo es fuente de problemas. Para los realizadores, eso es todo lo que proporciona la sexualidad. Y así, los episodios van ilustrando de forma explícita y, a veces, vulgar esos dos niveles que componen el hilo conductor de fondo. Para ser una serie con una óptica “educativa” parece que la visión de la sexualidad no solo es pobre y simplista sino estereotipada y caricaturesca. No les falta razón al relacionar sexo y placer, pues éste es un componente fundamental del mismo. También de alertar sobre los riesgos de enfermedad sexual que efectivamente existe y puede ser dramática. Pero reducir toda la sexualidad a una experiencia de placer o a una situación de riesgo es como tener a Messi en tu equipo y jugar a no perder.

Sex Education no revela que la sexualidad es algo central en la mujer, en el hombre. Una sexualidad sana se construye, se reconoce, se descubre, se expresa, entra en relación, ama, comparte, incluso -a veces- procrea, y tantas cosas más.

Sex Education no entra al conocimiento y la construcción personal, la afectividad y, sobre todo, la felicidad.

Sex Education presenta la sexualidad con un prisma similar a las películas de sexo barato, en las que el placer -repetimos, algo básico y necesario- es el único barómetro del comportamiento sexual.

Por otro lado, parece oportuno precisar al lector que esta serie que se vende con objetivos educativos no es recomendada para menores de 16 años. Interesante paradoja. Educar a nuestros jóvenes de una forma que no es recomendable para ellos. Esto significa que el contenido y el formato no es apto para los adolescentes más jóvenes, que precisamente quienes más necesitan ser educados en el ámbito de la sexualidad (en varios países europeos la primera relación sexual se lleva a cabo, de media, con 16 años; el acceso a la pornografía, con 11 años). Todos sabemos que no hay ningún filtro que regula el uso de Netflix y por tanto cualquier niño/a o adolescente, con la edad o madurez que tenga, puede acceder a la serie sin ningún límite. Si analizamos la forma en la que se presenta la serie, se puede observar que está hecha con tonos muy cercanos a los de la pornografía, lo que explica el límite de edad:

  • Palabras crudas, brutales en ocasiones
  • Escenas sexuales (demasiado) explícitas
  • Órganos sexuales visibles
  • Normaliza la ruptura entre lo corporal y lo afectivo
  • Acepta cualquier práctica sexual, del tipo que sea

Y todos los jóvenes espectadores, solos ante la pantalla y cautivados por la trama de Sex Education, ni saben ni tienen los elementos necesarios para matizar todo este contenido sexual que absorben. Paradójico pues, eso de educar deseducando.