“Desaprender para aprender de nuevo, con libertad”. El concepto elegido este año para la cita anual del Salón Erótico suena bien, incluso filosófico. Este evento se muestra una vez más como el espacio ideal para blanquear la imagen del porno. Empoderamiento de la mujer, educación sexual y libertad. Según palabras del propio organizador: “Si no cambiamos, la industria morirá[1]”. La realidad es que el interés es puramente económico y llegar a un público más joven es la clave. La misma industria del placer afirma aspirar a atraer a «los millennial y a la generación Z [2]“, generación que comprende desde los 9 hasta los 25 años. En esta etapa el cerebro es más vulnerable. Es más fácil que un adulto que se ha vuelto adicto en la madurez se recupere de su adicción a la pornografía, que si se enganchó de joven.

Naomí Casquet es la actriz que representa este año al Salón Erótico. Ella misma se postula como consumidora habitual de pornografía. Afirma que la primera vez que accedió “fue cuando tenía 14 años. Mi padre era consumidor de pornografía y siempre la he tenido a mi alcance”. Ayer en el programa de radio adolescents.cat, se reivindicaba solo como informadora, aunque promocionó su página web en la que por 5 euros puedes acceder videos de sexo explícito para aprender a mantener relaciones sexuales. También se quejó de que no les dejaran llegar a los menores con su “educación sexual”.

En otra entrevista, hacía un llamamiento a que no cundiera el pánico porque en el salón continuaría habiendo espectáculos en vivo y shows eróticos “fuertotes”[3]. Supongo que se dio cuenta de que las actividades educativas no atraen tanto como el sexo en vivo. A todo ello hay que añadir las palabras de otra actriz, Amarna Miller, que declinó dar soporte al salón por las precarias condiciones laborales con las que trabajan los actores.[4]

Con este panorama, ¿dónde está la libertad que promueve el salón erótico? Sabiendo que es el escaparate de la pornografía, sólo es necesario echar un vistazo a los posibles efectos de su consumo. Hay evidencias que únicamente cuestiona, o mejor dicho ni se toma la molestia de cuestionar, la propia industria pornográfica. Desde los efectos en el cerebro, hasta las implicaciones dañinas en las relaciones con los demás.

A la vez, nos venden que todo vale si hay consentimiento. Esta semana, por ejemplo, el vídeo más visto en una famosa plataforma online promocionaba el incesto y la violación. Una tuitera lo denunció y ellos respondieron que la performance la había hecho una trabajadora sexual muy creativa y «con consentimiento». Para profundizar más en el tema, recomiendo seguir el canal de Ismael López Fauste, escritor y periodista que vivió los entresijos de la industria del porno. Y, por último, no podemos olvidar que la pornografía está directamente relacionada con el tráfico de miles de mujeres y niñas.

Entonces, si es tan evidente que el porno es un negocio, que su consumo puede tener consecuencias nocivas en las personas y que este salón es su escaparate, ¿qué legitimidad tienen para hablar de educación sexual? Nos proponen desaprender para aprender a ser libres, y el relato engancha, sí. Puedes ser libre para elegir, pero la libertad tiene también una segunda parte: cuando aquello que eliges te beneficia a ti y al resto. Eres libre para elegir la droga, pero consumir no te hace más libre.

En definitiva, la pornografía ni empodera a la mujer, ni nos hace más libres. En todo caso, eduquemos a nuestros hijos para que sean capaces de tomar decisiones que les hagan realmente libres.

Anna Plans

Activista pro derechos del menor

 

[1] https://www.eldiario.es/catalunya/Salon-Erotico-Barcelona-prescinde-productoras_0_948405829.html

[2] https://cronicaglobal.elespanol.com/business/salon-erotico-barcelona-2019_265473_102.html

[3] https://www.metropoliabierta.com/vivir-en-barcelona/renovacion-salon-erotico-sin-camaras-ni-productoras-porno_19792_102.html

[4] ©2019 – youtube-mp4.download