Si hablamos de adolescentes, es necesario hablar de sexualidad. En mi día a día estoy con ellos, ya sea como psicólogo en una consulta privada o como monitor en un voluntariado.

Cuando les preguntas, todos conocen plataformas como XVideos, Redtubeo Pornhub. Si tienen acceso (prácticamente todos los adolescentes lo tienen) y han entrado en estas plataformas, implica que han consumido pornografía, y por tanto su afectividad y su relación con la sexualidad puede estar alterada. “Houston, tenemos un problema”.

Desde hace unas décadas, la pornografía, desgraciadamente en muchas ocasiones, sustituye a la educación sexual. Los profesionales que nos dedicamos a esto lo tenemos claro: algo está fallando.

Cuando yo pregunto a los chicos: «¿os gustaría hablar de sexo?», el primer día hay miradas perdidas, caras sonrojadas y silencios incómodos. En las siguientes ocasiones normalmente el panorama ha cambiado, muestran interés, hacen preguntas, y piden dedicar más tiempo. “Houston, tenemos una posible solución”. Y encima de las buenas, en forma de prevención.

Gracias a investigaciones recientes conocemos las graves consecuencias de la pornografía; y por ello desde la Asociación Española de Psicología de Niño y del Adolescente – APSNAE–  hacemos hincapié en la prevención.

 

Afectividad y porno, en las antípodas

¿Cómo? ¿Que ellos quieren hablar? ¿Superar la vergüenza y preguntar? No nos engañemos. Son la generación con mayor acceso a la información de la historia. Si no lo preguntan, lo buscan y lo encuentran. El acceso a la pornografía es libre. “Houston, seguimos con el problema”.

Si pensamos en la relación entre pornografía y adolescentes podrían aparecer palabras como diversión, curiosidad, fantasía, atracción o excitación. Ojalá fuera así. La otra cara de la moneda es menos conocida y no por ello menos presente: violencia, machismo, sumisión, distorsión, frustración, irrealidad, adicción o problemas.

Conceptos que difícilmente podremos relacionar con la pornografía son relación, respeto, valores, afecto o cariño. La pornografía no entiende de afectividad.

Si pudieran incluir un aviso que a veces podemos ver en otras situaciones de riesgo que observamos en el cine o la televisión, quizás podría ayudar a que los adolescentes lo entendieran mejor. “Situaciones ficticias. Ha sido rodado con actores y actrices. No lo intenten en casa”. Quizás eso les ayudaría a tener capacidad crítica.

El consumo excesivo de contenidos y la continua sobreexposición a los mismos a edades muy tempranas constituyen el problema. Para muchos adolescentes el sexo se ha convertido en lo que ejemplifica la pornografía, en un “todo vale” y en un “cuánto más, mejor”.

 

Formarse para informar

La curiosidad que se despierta en los adolescentes respecto a las relaciones sexuales, les lleva a buscar respuestas a sus interrogantes en diversas fuentesAquí tenemos una solución principal. Padres, profesores y formadores han de hablar con los adolescentes y han de tratar con ellos una buena educación sexual. Dejarlo al azar parece arriesgado.

Al atender a adolescentes, normalmente también trabajo con sus padres. Hace no mucho recomendé a unos padres hablar de sexo con su hijo. El padre me dijo, “¿Y no sería mejor que lo hablaras tú con él?”. Es un miedo normal y muy frecuente en los padres.

Sigamos el consejo “Formarse para informar”. Es importante que los adolescentes vean preparados a sus padres, sin vergüenza ni miedo y con ganas de hablar de este tema tan incómodo. Todavía recuerdo cuándo hace bastantes años un adolescente me dijo: “Nos tumbamos en la playa mi padre y yo, y le solté: ¿alguna vez hablaremos de sexo? Vi como mi padre no sabía dónde meterse”. La educación sexual es una parte fundamental de la educación que los padres han de transmitir a sus hijos.

 

Con ellos y ellas

Y de pornografía no sólo tenemos que hablar con los chicos. El padre de un adolescente me preguntó, “Lo de la pornografía a mis hijas no hace falta, ¿no? A ellas no les van estos temas”. Tenemos que formar e informar a todos. Chicos y chicas. Sin tabúes. Cuánto más y antes, mejor. Mejor a los 8 que a los 9 años. Si la edad media del “debut” en pornografía es a los 11 años, tenemos que saber que hay adolescentes (quizás sería más indicado hablar de niños) que lo hacen cuando tienen las edades antes mencionadas.

Cuánto antes podamos dotarles de las herramientas necesarias para que la aprendan a tomar decisiones sanas sobre el sexo, manejar las relaciones sexuales y cuidar su afectividad y su propia salud sexual. Así el adolescente podrá desarrollar un pensamiento crítico respecto a la sexualidad y podrá elegir lo que es saludable y lo que no. Eso sería una victoria ante la pornografía. Para ellos, y para nosotros.

¡Padres, hablen con sus hijos! ¡Maestros, conozcan a sus alumnos y quiten tabúes! Al principio hablar de pornografía con cualquier adolescente puede parecer un problema, pero es la solución.

 

Daniel Rama Víctor

Psicólogo General Sanitario

Vicepresidente de la Asociación Española de Psicología de Niño y del Adolescente – APSNAE.