La noticia ha pasado desapercibida, pero es una de las que afecta a más personas, ya que la pornografía está cada vez más presente en nuestra sociedad, en nuestros móviles. El 20 de noviembre se aprobó en el Senado español, por unanimidad, una moción para la prevención contra el consumo de pornografía en la población adolescente, a instancias del PSOE. Quizá esa unanimidad, tan sorprendente en España, ha favorecido la poca atención prestada en los medios. Aunque precisamente, por ese hecho, era un buen ingrediente para cocinar una noticia.

La directiva europea 2018/1808, que afecta por tanto a España, insta a todos los países a aplicar una ley audiovisual que proteja a los menores en diversas materias, entre otras la pornografía. El pasado 6 de noviembre inició los primeros trámites parlamentarios para su transposición. Otros países también han comenzado a levantar la voz, aunque los resultados de momento son dispares. Inglaterra, en julio de 2019, aprobó una ley, que ha retrasado su aplicación por dificultades técnicas. Alemania quiere controlar el acceso directamente a través de los operadores de telefonía. Y en Francia, el presidente Macron ha exigido a los portales porno que establezcan una verificación de edad, porque si “no llevamos a un niño de 13 años a un sex-shop, tampoco podemos permitir que el mundo digital se escape al orden público”.

Los datos, se miren por donde se miren, son abrumadores. Nos bastan los dos estudios más mediáticos, con muestras representativas, realizados en España en 2019 y 2020. El más reciente, a cargo de Save the Children, resalta que el 68% de los adolescentes consumen contenidos sexuales de forma frecuente, o que el 14% de quienes han visto pornografía han entrado en contacto, al menos una vez, con una persona desconocida con fines sexuales a través de Internet.

El otro estudio, “Nueva pornografía y relaciones sexuales en jóvenes”, de la Universidad de Illes Baleares, también arroja datos preocupantes. Por ejemplo, uno de cada cuatro adolescentes varones de 13 años ha visto pornografía. Y otro más inquietante: el 50% de los que entran en estas páginas reconoce haber incrementado las prácticas de riesgo en sus relaciones.

La asociación Dale Una Vuelta, pionera en España en este campo, lleva cinco años ofreciendo información y ayuda a adolescentes y adultos que deseen salir de esta espiral de consumo. Los estragos de este otro virus nos llegan a diario. Personas que han tocado fondo, que buscan una mano tendida que las acoja y escuche sin vergüenza. Muchos han perdido parejas, amigos. Algunos, incluso el trabajo. Todos, la capacidad de sentir, compartir y relacionarse. Y también todos piden un consejo, unas pautas, una receta mágica para salir, porque ninguno puede con sus solas fuerzas.

Las adicciones del comportamiento nos acompañan desde hace unos años. Numerosos estudios equiparan sus efectos en el cerebro a las adicciones tradicionales. En un mundo donde todo está a mano y todo debe ser inmediato, la frustración no se tolera y el placer es el rey, el cóctel está servido. En este terreno pantanoso de las adicciones, tremendamente complejo, lo importante es no caer en la pendiente resbaladiza de “mientras no sea adicto, no pasa nada” o el “tranquilo, yo controlo”. Precisamente, esa es la puerta de entrada, lenta pero inexorable, para un futuro solitario, ansioso y con menos libertad. Si se trata o no de un trastorno adictivo lo evaluarán los profesionales sanitarios.

Nuestros hijos se merecen otro sexo, unas relaciones más sanas, igualitarias y respetuosas. Donde la palabra afecto o compromiso tengan más protagonismo. Donde la mujer sea tratada de igual a igual, no comprada como producto. Donde los debates interminables sobre los diferentes tipos de porno -ético, feminista, educativo, y un largo etc.- no conducen a solucionar el gran problema de fondo: el sufrimiento diario de todos aquellos que empezaron porque “era lo normal, lo que hacía todo el mundo”. ¿Por qué un placer tan grande y maravilloso está causando tanto dolor?

Somos conscientes de que la legislación no arregla todo, o casi nada. Internet, por definición, es un lugar inseguro. Pero es justo y saludable poner algunas barreras, para la población más débil, los menores, La educación, el valor de una sexualidad más acorde con los derechos humanos, es sin duda la mejor arma, la mayor protección.

Bienvenida, por tanto, esa moción, que implica un interés compartido en un problema que no entiende de ideologías ni de partidos. Ojalá sea el primer paso de muchos. El anonimato en esta adicción esconde una gigantesca proporción de damnificados. No les dejemos solos. Hacen falta medios y campañas, mayor visibilidad y reconocimiento del problema. Por nuestro bien, por la sociedad entera.