Perfeccionismo

Ben-Shahar, psicólogo, profesor de “Psicología positiva” en la Universidad de Harvard, explica el gran peligro que supone ser perfeccionista. Define este tipo de pensamiento como el causante de la no aceptación de nuestros fallos y errores, el miedo a cometerlos, a rechazar emociones negativas, y contemplar el éxito como un camino rígido, duro, de “todo o nada”, donde cualquiera puede intentar derrotarte y quitarte del camino, por lo que es necesario mantener una actitud defensiva ante los demás.

El perfeccionista se suele guiar por el sentido del deber autoimpuesto donde no admite el error. En otras palabras, busca ser un superhombre. Esta actitud habitualmente conduce a la frustración por no alcanzar nuestras metas, a pensamientos negativos sobre la propia valía y malestar.

No es necesario ser un “perfeccionista de libro” para poder tener algunos rasgos que puedan ser perjudiciales para nuestra salud y nos causen los mismos problemas, tal vez solo se den en unas determinadas situaciones o contextos como en la familia, en el trabajo/estudio o en las relaciones sociales y nos hagan sentir esa frustración.

Pérdida de control

Cuando una emoción es excesiva se puede perder parte del control, sucumbir o aceptar algo que normalmente no se haría. Todos podemos haber sentido que hasta lo más mínimo nos molesta debido a un mal día o simplemente porque nos hemos levantado con el «pie izquierdo”, o cuando después de alguna cosa buena, exitosa, o especial reaccionamos de una manera desproporcionada.

Es decir, según como nos sintamos o pensemos reaccionaremos de una manera diferente. Si una parte de nosotros está excesivamente activada -un pensamiento, sentimiento, emoción, idea o sensación- reaccionaremos más fácilmente conforme a ella. Así, ante algo que consideramos positivo lo intentaremos mantener, mientras que ante algo negativo intentaremos eliminarlo; por desgracia, normalmente centrándonos más en ello.

En las personas que tienen ciertos rasgos perfeccionistas es común la sensación de frustración, malestar, pensamientos de baja autoestima o incluso inutilidad, debilidad, ausencia de control de la situación… Esto produce que se busque una respuesta que nos haga cambiar esas sensaciones que consideramos negativas.

Si estas sensaciones son demasiado intensas o comunes se buscará algo que las suprima, o al menos suavice, con la mayor rapidez posible; en otras palabras, buscaremos activar “las neuronas del placer”, ya que no podemos sentir placer y malestar a la vez.

Pornografía

Aquí es donde entra, o puede entrar, la pornografía, que puede utilizarse muchas veces como una vía de escape rápida que nos provoque una activación que suprima la sensación de malestar, para ello, según los principios de la psicología del aprendizaje conductual, ha de ser superior o con mayor saliencia (más llamativo) a la sensación de malestar.

Es decir, a mayor malestar es necesaria una activación más llamativa y, por tanto, un consumo mayor o más intenso. Y aquí habría que añadir el problema debido al acostumbramiento, al hábito, por lo que se necesitará que dicho consumo sea aún mayor.

Ante la problemática del perfeccionismo, Ben-Shahar ofrece la alternativa del optimalismo, regida por la regla de Pareto o del 80/20, que consiste en invertir en ese 20% que genera el 80% de los resultados; ver el fracaso como aprendizaje, aceptarlo y contemplar las emociones negativas como algo propio de la existencia humana.

La pornografía no es la única salida para el malestar, como es evidente. Hay actividades como el deporte o cualquier afición, un estilo de aceptación más amplio o simplemente dejarlo salir contándoselo a otra persona, que pueden ayudar a disminuir esa intensa sensación de frustración, tristeza o derrota.

Sé imperfecto y ahí encontrarás tu perfección.