El título lo dice todo. ¿Por qué y, sobre todo, cómo la tecnología es capaz de engancharnos? El auge de las adicciones del comportamiento, o también llamadas adicciones sin sustancia, es una realidad cada vez más común. Adam Alter, profesor de psicología y marketing de la Universidad de Nueva York, analiza con múltiples ejemplos lo que todos sabemos, o intuimos: la difícil resistencia a cada botón, a cada clic, a cada notificación que recibimos. Un libro muy recomendable para conocer los porqués del éxito de cualquier novedad tecnológica en internet.

Las adicciones del comportamiento están compuestas de seis “ingredientes”: objetivos atractivos, feedback positivo e impredecible, sentido de progreso gradual, acciones cuya dificultad aumentan con el tiempo, tensiones no resueltas que exigen ser solucionadas y conexiones sociales sólidas.

La cultura del objetivo está cada vez más presente en la sociedad. Siempre han existido metas, retos y objetivos. Lo que ha cambiado, según el autor, es el tiempo en conseguirlos. Y está muy unido al concepto de perfeccionismo, tan propio de nuestra cultura. Y al final, la búsqueda de la felicidad termina siendo regida por tiempos y cifras.

Los videojuegos, o donde nada ocurre al azar

Alter centra sus estudios en los videojuegos, y va mostrando numerosas investigaciones con diferentes juegos que han tenido éxito en los últimos años. En realidad, en muchas ocasiones se trata de adicciones moderadas, pero que también reducen nuestra calidad de vida, merman nuestro rendimiento en el trabajo y afectan a nuestras relaciones sociales.

La lentitud no es amiga de la adicción, señala Alter, después del minucioso análisis de algunos videojuegos, como por ejemplo Flappy Bird. O el sonido reconfortante de una victoria tras el silencio de un mala racha, como ocurre con tantos juegos, como Sign of the Zodiac o en Candy Crush. Otro ejemplo, Super Mario Bros, un juego perfectamente diseñado para que no haya barreras de entrada.

Y la incertidumbre es tremendamente atractiva, así como numerosas dosis de microfeedback para mantener la atención, o la percepción de que “casi he ganado”, y por tanto, que ,lo volverás a intentar dentro de un rato. La victorias próximas, al final, son más adictivas que las victorias reales.

Siempre hay remedio

En realidad, las adicciones no están motivadas por una sustancia o un comportamiento, sino por la idea, aprendida con el tiempo, de que se asocia esa actividad o consumo a un bienestar psicológico. Es decir, lo que precede a todo suele ser una herida, un vacío,… dolor. Y se puede llegar a pensar que el mundo real no es tan bueno como el virtual.

Alter dedica la parte final de su libro a cómo crear los hábitos necesarios para evitar comportamientos perjudiciales y, al revés, en positivo, cómo premiar los buenos comportamientos. La represión, que por sí misma no funciona, debe combinarse con distracciones útiles y sobre todo con sustitutos que satisfagan a cada persona. Además, cada adicción requiere distintos métodos para eliminar sus rutinas.

Al final, como siempre, un principio claro será evitar siempre que se pueda la tentación cercana, que produce el desencadenamiento del comportamiento. Ariana Huffington, en su último libro La revolución del sueño, lo dice de una manera muy simple: “Ahí está la clave, señoras y señores: no pongan el móvil a cargar al lado de la cama». Y buenas noches.