Ofrecemos un relato que nos llega a la web y que, con permiso de la autora, reproducimos por su interés. La conducta sexual, el consumo de pornografía, no es indiferente a terceras personas, especialmente a la mujer, a la pareja. Te la juegas y se la juegas. Dale una vuelta, por el bien de todos.

Soy una bilbaína afincada en Inglaterra porque mi marido es inglés. Hace unos siete años que le conocí y casi cinco que nos casamos. Yo siempre le noté extraño sexualmente hablando, ya que o no tenía o era muy difícil que tuviera un orgasmo. Resumiendo, hace unos meses que descubrí que es fetichista y un mes después que se masturbaba. A raíz de descubrir lo de su fetichismo yo empecé a estar más y más deprimida cada día, y peor cuando descubrí que se masturbaba. Algunas veces he abierto la puerta para pillarle y nada, no le pillo.

 

He tenido muchas crisis de ansiedad porque además noté que se excitaba con mi hija de trece años y alguna vez se ha masturbado pensando en ella. No mira pornografía, tiene fantasías; es cómo una obsesión compulsiva. Cuando termina le noto la tristeza y la culpabilidad en su cara.

 

Muchas veces he pensado en dejarle y escapar de esta situación, he estado tan confusa … todavía lo estoy, pero menos. Ahora estoy más tranquila porque tomo el doble de antidepresivos y me siento mucho mejor. He decidido ser más cariñosa con él porque al fin y al cabo es un enfermo, y buscar el momento de hablar con él o escribirle una carta y poder ayudarle.

 

Estuve unos meses envuelta en su adicción, sin hacer casi nada: no cocinaba, no limpiaba a mi hija, la dejé de lado, ¡mi pobrecita! Incluso llegué alguna vez a mirar pornografía porque necesitaba ver que es lo que él podía imaginar. Esta es mi historia, como una de tantas imagino, pero ya estoy mejor: he vuelto a cocinar, dibujar, ¡y a ir con mi niña por ahí de vez en cuando! Mucho ánimo a todas las que estáis pasando por esta o parecida situación.