El sexo es un producto demandado en nuestra cultura actual y por tanto los medios de comunicación nos inundan con contenido sexual en los carteles publicitarios, en la televisión y las revistas con el fin de sentir todo tipo de emociones, que nos influirán en nuestras decisiones a la hora de elegir qué producto comprar o que programa de televisión ver. Incluso los mensajes que subyacen en la música actual o la nueva literatura están cargados de un tono sexual. Por tanto nuestro cerebro se encuentra bombardeado de forma constante con estímulos y materiales novedosos de carácter sexual que inevitablemente influye en su activación y en su funcionamiento.

William M. Struthers (2009) en su libro How pornography hijacks the male brain afirma que la pornografía es una adicción difícil de tratar y que esta puede afectar seriamente a la vida y al entorno de un individuo. Afecta al funcionamiento y a las diferentes estructuras cerebrales, que se encargan de desarrollar una sexualidad en principio saludable para los individuos. 

Se ha observado cómo la pornografía es capaz de alterar las estructuras químicas cerebrales que en último lugar serán las encargadas de la unión y el desarrollo de la intimidad con los otros. 

El consumo problemático se asemeja con un comportamiento basado en la búsqueda de recompensa, de novedades y nuevas sensaciones: en definitiva a un comportamiento adictivo. Se ha visto como diferentes conexiones frontoestriatales (conexiones que conectan los lóbulos frontales con los ganglios basales y que median diferentes funciones cognitivas motoras y comportamentales dentro del cerebro) en usuarios frecuentes de la pornografía se ven alteradas por este consumo. Estas estructuras forman parte de las funciones ejecutivas, aquellas que se encargan de guiar nuestra conducta y de tomar decisiones, también son conocidas como el “director de orquesta del cerebro”, y se alimentan de serotonina, noraderanlina, colinérgicos y dopamina.

Incluso se ha demostrado como los monos macacos pueden ver afectada su toma de decisiones a nivel cerebral a causa de la pornografía, prefiriendo como recompensa las imágenes de la parte trasera de hembras mono antes que un reforzador positivo como puede ser el zumo. (Deaner,R.O.,Khera, A. V, Platt, M.L 2005).

Una investigación del Instituto Max Planck[1] realizó un estudio con 64 hombres adultos con un amplio consumo de pornografía. Los resultados muestran diferentes alteraciones en la neuroplasticidad del cerebro: como la sustancia gris del cerebro en los sujetos que consumen regularmente pornografía se ve reducida, y además se observa una actividad funcional menor durante la actividad sexual en el putamen izquierdo. Por otro lado la disminución de la conectividad funcional del caudado derecho en el cortexprefrontaldosrolateral izquierdo está asociada con un mayor número de horas de consumo de pornografía. Todo ello produce cambios en la neuroplasticidad.

En definitiva se puede asumir que la frecuente activación causada por la exposición a la pornografía puede llevar a la alteración de las estructurales cerebrales subyacentes, así como a su función, y a una mayor necesidad de estimulación externa del sistema de recompensa como una tendencia a la búsqueda de un material sexual cada vez más novedoso y extremo.

Alejandro Villena, psicólogo e investigador en sexualidad

[1]Kühn, S., &Gallinat, J. (2014). Brainstructure and functional connectivity associated with pornography consumption: the brain on porn. JAMA psychiatry, 71(7), 827-834.