Posiblemente, Andrea Dworkin sea la mujer que más haya luchado por las mujeres. O al menos tiene un lugar en el top ten. Feminista, activista, escritora, dedicó buena parte de su vida a hablar alto y claro sobre el rol femenino y se convirtió en una apasionada defensora de los derechos de la mujer. Por este motivo, vio siempre la pornografía como el enemigo a batir, el blanco de todas sus iras.

Mujer contundente, radical, vehemente, recorrió Estados Unidos proclamando sus verdades, bien experimentadas después de escuchar a tantas mujeres explotadas en la industria del porno.

En 1983 consiguió que se debatiera una ley en Minneapolis sobre la pornografía, a la que se definió así: “La subordinación sexual gráfica y explícita de las mujeres por parte de los hombres”. Hubo debates y mucha participación: era un tema que preocupaba a mucha gente y por primera vez salía a la luz pública.

Fantasía es otra cosa
“La pornografía es un recuerdo que nunca muere”, señala Andrea después de entrevistar a varias mujeres. Y no acepta el término “fantasía” para hablar de esta realidad. Todo lo contrario. “Fantasía es lo que ocurre en la cabeza de alguien. La pornografía es real, no es ninguna fantasía. Es un comportamiento real, con consecuencias reales para gente real”.

Por eso, no es la “industria de la fantasía”, como se quiere vender. En todo caso, como afirma la autora, la pornografía se convirtió en una “industria lucrativa, cosificadora y misógina”.

La pornografía, centro neurálgico de otros abusos
Así de contundente, así de clara: “La libertad de expresión para las mujeres comienza por una integridad de su cuerpo que sea verdadera, real, honesta y absoluta”. Una integridad que, según Dworkin, destroza la pornografía, ya que es el “centro neurálgico de otras formas de abuso: prostitución, violación, agresiones”. ¿Quién se atreve a hablar así hoy?

Continúa la activista americana hablando sobre cómo el porno “viola los derechos civiles de la mujer”, que les impide ser “ciudadanas de pleno derecho”.

Y como guinda, entre muchas donde elegir, una idea sin matices: “No hay ni una sola atrocidad de nuestra historia, incluidos campos de concentración, que los pornógrafos no hayan utilizado para sus escenarios de violación y humillación. Como si la víctima fuera quien quiere los abusos y quien obtiene placer sexual de ellos”.

Al final del documental, causa de este artículo y que merece ser visto para atisbar el dolor infinito de tantas mujeres, se escucha una frase que podría ser un grafiti de un muro del Bronx: “Si sabes lo que debe ser derribado, rómpelo en pedazos”.