El otro día me encontré con un artículo que hablaba sobre el nuevo fenómeno en Japón y que rápidamente se está extendiendo por todo el mundo. “Los muñecos hiperrealistas para el sexo”.

 
Parece ser que cada vez más, el ser humano está dejando de ser un ser social, al menos tal y como lo hemos venido siendo. Lo que no puede cambiar es la necesidad de vincularnos, pero ¿de qué manera lo estamos haciendo? Es obvio que la tecnología está cambiando la forma de crear los lazos que nos sostienen. Y cambiando los vínculos cambia también el concepto de relación.

 
“Entonces queda claro que es hablando como se hace el amor”. Esta frase tan popular de J. Lacan dice mucho sobre cómo se relaciona el ser humano. Por lenguaje (verbal o no). El ser humano habla, todo en él comunica: Postura corporal, expresión facial, vestimenta, etc. Terminando por las palabras que pronunciamos. ¿Habría alguna forma de entender la postura corporal sin ponerle palabras?

 
Los muñecos hiperrealistas cambian radicalmente este paradigma. Son cuerpos, cuerpos inanimados y falsos (por muy realistas que lleguen a ser). Es decir, solo una de las partes habla. La otra solo sirve, por tanto, como sostén del narcisismo del otro. Un sostén magnifico, por otra parte.
Cada cosa que crea el ser humano es sintomático del momento que este vive. Responde a una necesidad, a un deseo. ¿Cuál es el deseo aquí, más allá del síntoma? Hacerlo… a tu manera. Sin tener en cuenta al otro, sin aceptar la imperfección del otro y del vínculo que se crea. Sin aceptar tampoco la derrota, el perder, la posibilidad de que nuestro objeto de deseo se vaya. Porque eso duele. (https://redpsicoanalitica.com/2016/09/27/el-aprendizaje-de-saber-perder/).

Mil y un artículos de opinión en Internet hablando sobre cómo mejorar tus relaciones sexuales. Consejos sobre cómo llegar a tener una relación sexualmente perfecta. Y ¿qué es lo perfecto en el sexo? ¿qué es lo ideal?, ¿hay una prescripción válida para todos?, ¿se puede llegar a colmar el deseo? La respuesta corta es NO. La larga es que podemos llegar a un cierto grado de complementación, de perfección dentro de lo imperfecto. Pero eso lleva tiempo. En una cultura del “ya mismo” del “rápido y sencillo”, del “hazlo tú mismo” esto es complicado. Como dijo Sartre: “Si uno recapacita, no lo hace”. Lo de amar, digo.

 
Es mucho más sencillo “querer” a un muñeco: no va a haber egos que choquen. El comprador de estos muñecos puede crearlos a su gusto. Tipos de piel, de cuerpo, texturas, formas…incluso las uñas son modificables al gusto del consumidor. Crear tu “hombre” o “mujer” perfect@. Y aún con sus movimientos ortopédicos (tétricos, diría yo), el consumidor de este tipo de pornografía puede ver como su fantasía es llevada a cabo. Algo similar a lo que ocurre con el hentai (pornografía animada), en el que no pocas veces los protagonistas tienen algún tipo de superpoder o alguna zona de su cuerpo fuera de lo común. Lo humano se queda corto, imperfecto.

 
Dar cabida a la fantasía sin límites parece ser el propósito de esta nueva vertiente. Al ser un muñeco el objeto sobre el que “recae” esta fantasía es totalmente posible el llevarla a cabo… está claro que no se quejará, ni pondrá límites o imposiciones. Creo además que abre un debate importante en cuanto a determinadas desviaciones sexuales se refiere. ¿Sería lícito, por ejemplo, que un pederasta utilice muñecos hiperrealistas? Igualmente se crea una pregunta importante respecto al grado de aceptación que hay en la sociedad occidental postmoderna de la sexualidad humana adulta e integrada en el principio de realidad. ¿Aceptamos nuestras limitaciones? ¿De qué manera aceptamos al otro en nuestras fantasías sexuales?

 

Leandro Pérez Martín. Psicólogo psicoanalista